Hace poco hablábamos en el blog del Efecto Pigmalión, que definíamos como el “efecto positivo o negativo que se produce en toda persona en función del nivel de confianza o expectativas que los demás depositan en esa persona”.

Respecto a este tema, el profesor Alex Rovira escribió un interesante artículo en el que cita casos prácticos de aplicación de este principio en la vida real:

En economía, un caso del cumplimiento del efecto Pigmalión a gran escala se vivió con la crisis económica de 1929. Si muchas personas están convencidas de que el sistema económico se hunde, se hundirá. Incluso hablando de nuestra propia salud, el efecto Pigmalión se manifiesta en el también conocido efecto placebo: hay quien cree obtener del medicamento lo que necesita obtener cuando en realidad se trata de una pastilla de almidón, sin principios activos. ¿Por qué cura entonces, en determinados casos, un caramelo inocuo? Simplemente porque el médico dice que así será; porque alguien en quien creemos asegura que nos hará bien y porque deseamos curarnos.

Para Rovira, al margen de cuestiones mitológicas del nombre, el efecto Pigmalión está tan presente en nuestro día a día porque tiene una base científica:

“Y es que Pigmalión tiene una explicación científica: hoy sabemos que cuando alguien confía en nosotros y nos contagia esa confianza, nuestro sistema límbico acelera la velocidad de nuestro pensamiento, incrementa nuestra lucidez y nuestra energía, y en consecuencia, nuestra atención, eficacia y eficiencia“.

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