Uno de los valores más importante que puede concurrir en una persona es la humildad. Y no sólo porque la humildad evita hacer ostentación de lo que se es, o alarde de lo que se sabe. También porque es la clave para alcanzar cualquier meta; y en especial para alcanzar la sabiduría. Sólo quien es humilde, quien considera que no lo sabe todo o que no es perfecto, tiene deseos de seguir mejorando, de seguir aprendiendo.

Lucio Anneo Séneca, llamado Séneca el Joven (Córdoba,4 A.C.-65) fue un intelectual, filósofo, político y escritor hispano-romano, conocido por sus obras de carácter moralista. En una de ellas, “Sobre la tranquilidad del alma” hizo referencia a esta cualidad, la humildad.

Fue para advirtir del peligro del gran enemigo de la humildad: la adulación. Según Séneca, lo que hace que una persona deje de ser humilde es la adulación, tanto ajena (proveniente de terceros), como sobre todo propia (autoadulación).

“Me persigue la debilidad de mente. Tengo miedo de caer poco a poco en ella, o, lo que es más angustioso, de quedar suspendido como quien está siempre a punto de caer

Hay muchos hombres, por ejemplo, que podrían haber alcanzado la sabiduría, si no se hubiesen creído que ya la habían alcanzado, o si no hubieran disimulado algunos vicios propios o pasado por alto otros ajenos, cerrando los ojos.

No hay, pues, razón para que juzgues más dañina la adulación ajena que la propia. ¿Quién ha osado decirse la verdad? ¿Quién, colocado entre rebaños de aduladores y halagadores, no se ha elogiado mucho a sí mismo?

Para expresarte con una metáfora realista de qué me quejo, te diré que no es la tempestad lo que me atormenta, sino el mareo.”

Es interesante comprobar que la cita está escrita en primera persona. Lo que significa que incluso un sabio clásico como Séneca, vivía preocupado por la falta de la humildad.

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