Me encanta pensar que sea tan física la metafísica. Tanto necesita el papel para llegar a sus interesados descubridores y tanto para esbozar sus reflexiones filosóficas los que las buscan, que pareciera que la metafísica fuese una propiedad de algunos libros extraordinarios que ensalzan el mayor logro del cerebro humano: pensar.
Bien mirado, nada puede existir más allá de lo físico, aunque por muchos es conocida la legendaria hipótesis que situaba los primeros escritos de los pensadores griegos de la gran biblioteca de Alejandría en las estanterías que se ubicaban a continuación de las de los libros de física, es decir, “más allá de la física”, que es el significado exacto de la traducción de la palabra griega metafísica; allí vinieron a depositar los tratados que no se podían clasificar entonces por no pertenecer a ningún campo concreto de entre los conocidos por aquella época.
La nueva tarea que se encontraron en aquel momento era la filosofía, “el amor al saber”, nada menos, como también indica su traducción. Pues bien, no hubieran llegado hasta nosotros todos los logros de la antigüedad sin la escritura y el papel. Están tan interrelacionados el pensar y el escribirse que me recuerda aquella afirmación de un gran pensador: “somos nuestro nombre”. Y la hago mía en el sentido de otro gran pensador: “el límite de nuestro pensamiento es el lenguaje”.
Para homenajear al libro de papel que ha llenado de felicidad, magisterio y sueños más de cinco siglos, nada mejor que hacer patente la fisicidad de lo escrito como un tándem inigualable junto al placer de la lectura con dicho libro en las manos… Se domina el conjunto, el tamaño, los tempos de la literatura que contenga; se palpa y se huele, y hasta el pensamiento más poderoso no cobra realidad sin su soporte: ninguno más completo y elegante que el libro encuadernado, sin duda, respetando cualquier otra opinión y admirando las nuevas tecnologías y los formatos que nos han traído.
Y para que el homenaje sea de mayor envergadura, me atrevo a repetir al basarme en lo que aquí se ha expuesto que la metafísica, es decir, el pensamiento mismo del hombre con mayúsculas, es… ¡un libro! ¡VIVAN!