¿Cuándo se puede mentir? “No levantarás falso testimonio ni mentirás” dice el VIII Mandamiento. Así nos lo recuerdan también nuestros padres desde que somos pequeños.
Luego, conforme vamos creciendo, nos vamos apartando de este ideal. Mentimos de niños, en la adolescencia y, cómo no, de adultos. Con mayor o menor frecuencia, utilizamos la mentira a nuestra conveniencia, en diversos ámbitos de nuestra vida: laboral, familiar, etc.
Y si caemos en la cuenta de que estamos haciendo algo malo, intentamos ampararnos en razones de necesitad o utilidad: “en esa situación era necesario mentir”, nos decimos.
Para quienes se les plantea el debate ético interior “VERDAD vs. MENTIRA”, quizás les sea útil saber lo que pensaban los filósofos de la Antigüedad Clásica.
En aquella época, la VERDAD era uno de los bienes supremos a los que debía tender toda persona. Lo que distinguía a un verdadero sabio del resto de los hombres era, precisamente, la búsqueda de la verdad. “El sabio conoce la verdad. El resto solo tiene opinión”, decía Platón.
Tanta preeminencia tenía la verdad, que un sabio como Sócrates sólo admitía la mentira en dos casos muy concretos:
– Cuando mentimos a nuestros enemigos
– Cuando mentimos a ”los amigos que se disponen a hacer algo malo por locura o insensatez”
Fuera de estos dos supuestos, no estaba permitida la mentira. En ningún caso.
Si nosotros mismos nos hemos sentido mal por mentir últimamente, de lo que se trataría es de analizar porqué lo hicimos. ¿Fue a un “enemigo”? ¿Fue para ayudar a un amigo? Si entra dentro de uno de estos dos supuestos que decía Sócrates, quizás hayamos encontrado una solución a nuestro dilema ético interior.
Si no es así, deberíamos pensar en si fue absolutamente necesario mentir …y si no hubiéramos ganado más diciendo la verdad.
la mentira es buena si viene de un hombre bueno por un fin bueno.
Y por tanto, querido Josep, quien miente mucho es porque tiene mucho miedo. Y si es verdad que la felicidad es la ausencia de miedo, cerramos el círculo de un argumento que me ha gustado construir contigo. Gracias por tu comentario.
Si nos preguntamos porque mentimos es muy probable que la respuesta sea por miedo. Queremos evitar algo con nuestra mentira, con lo cual, incluso en el caso de beneficiarnos, será un beneficio aparente ante los ojos de los demás, pero no de plena satisfacción con nosotros mismos.
Siempre puede haber un supuesto, como los dos casos que admite Sócrates, en que una mentira tenga la finalidad de ayudar a alguien y la buena intención justifique la mala práctica.
GRACIAS POR ESCRIBIR ORFEO