Cuentan que en un lejano país había un anciano de nombre Konos, que fabricaba las mejores cuerdas y cordeles de todo el reino. Hasta su taller llegaban gentes de todos los territorios, atraídos por la calidad y resistencia de sus productos. Debía su fama a la materia prima que hacía servir: cáñamo de los mejores juncos provenientes de los cenegales más recónditos de todo el país.

Gracias a su esfuerzo y laboriosidad, Konos había disfrutado de una posición económica holgada durante toda su vida.

El hombre pudo ahorrar y acumular la riqueza suficiente como para no tener que trabajar a su avanzada edad. Al fin y al cabo, un hombre solitario como él no necesitaba tanto para vivir.

Sin embargo, había una pregunta que le aterraba ¿qué haría si se jubilaba? Nunca había hecho otra cosa distinta a trabajar ¿a qué se dedicaría? ¿sería víctima de la soledad?

Una mañana, cuando llegó al taller se encontró con una sorpresa. Los dos portones estaban abiertos y la cuerda que hacía servir de cerradura había desaparecido.

Al entrar descubrió que el ladronzuelo no era tal, sino un escuálido asno que había entrado allí en busca de comida. El animal parecía perdido y desorientado. Konos le dio unas manzanas y le permitió que se quedase allí mientras él trabajaba.

Al empezar a trenzar los primeros juncos, vio con sorpresa cómo el asno se comía la cuerda que él iba fabricando. Tan natural era para Konos trenzar cuerda como para el asno comérsela.

El anciano artesano quedó pensativo. ¿Qué hacer? Por un momento pensó en dejar de trenzar para evitar que el asno destruyera su trabajo, pero entonces de nuevo le asaltaron sus miedos ¿a qué se dedicaría? ¿en qué ocuparía su tiempo?

Tras unos segundos de duda, optó por seguir fabricando cuerda como si tal cosa. Así estaría ocupado, aún a sabiendas de que el asno se la comería casi de inmediato. Y así sucedió. Konos tejió y trenzó cuerdas y cordeles que el animal devoraba ávidamente. Así un día tras otro. El anciano trabajaba de sol a sol sin que ninguna cuerda más saliese de su taller; toda era destruida por el asno. De esta manera Konos ocupó su tiempo estérilmente hasta que murió varios años después.

Esta fábula sirve para ilustrar una circunstancia que a menudo acontece en la vida: preferimos ocupar el tiempo en algo totalmente improductivo con tal de evitar un cambio necesario. En la fábula, Konos vive con el miedo a una situación nueva, su jubilación, su falta de ocupación. Por eso prefiere seguir trabajando aunque ello no le reporte beneficio alguno. El caso se suele dar especialmente en el ámbito laboral y en el de las relaciones humanas ¿por qué seguimos en ese puesto de trabajo que ni nos gusta ni nos aporta más que dinero? ¿cuántas veces hemos sentido la necesidad de cambiar esa relación de pareja o de amistad que sabemos no llegará a buen fin? Y sin embargo seguimos en ella, tejiendo y trenzando… para el asno.

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