Entiendo la meditación como el pensar atentamente en la respiración propia. Seguidamente recojo cinco motivos para meditar.

1.- La meditación es la solución más natural para conseguir buen ánimo.

No hay nada más difícil de hacer que las cosas no que dependen de uno mismo, ¿no es cierto? Al menos, de partida. Y para respirar, que yo sepa, nos sobramos nosotros solos y no es necesario mucho esfuerzo en condiciones de salud normales. Es por ello que no se me ocurre nada más natural para sosegar el estado de ánimo y colocarlo en buena predisposición.

Es bien sabido y experimentado por todos que unas buenas inspiraciones y expiraciones son sinónimo de relajación, de equilibrio para el cuerpo y para la mente, atemperando nervios y aclarando las ideas. Pues si eso mismo se hace con intensidad buscada, en una posición cómoda que no requiera de uno esfuerzo físico alguno y con una buena música instrumental de fondo, que incite a dejar de lado la realidad visible unos minutos cerrando los ojos y concentrándose en el propio respirar, todos los efectos comentados al principio de este párrafo se multiplican. Os aseguro que las cosas se ven de otra manera al acabar ese periodo de tiempo y de forma más optimista.

2.- La meditación es el camino más fácil para una buena salud mental.

En los tiempos que corren, el sentimiento generalizado de estrés, de que todo va muy rápido y de que hay que estar al nivel en muchos frentes vitales nos lleva a tildar, involuntariamente y de manera subconsciente, de improductivos los famosos tiempos muertos o de ocio y relax. Nada más lejos de la realidad, en mi opinión, si se viven con sentido.

Igual que dormir es un descanso necesario para el buen funcionamiento cerebral, la salud de la mente requiere de espacios aparentemente más pasivos, más recogidos y de deleite contemplativo, momentos en que ésta se recarga de energía y se limpia de toxinas el pensamiento. Pueden conseguirse de muchas maneras, por supuesto, como con el deporte o con un buen libro, pero la meditación es el alivio óptimo para ese proceso de regeneración por tratarse de un paréntesis, un dejar suspendido por unos minutos el motor de nuestra razón y viajar cuesta abajo, sin esfuerzo, dejando que las bujías de ese motor se recuperen y se engrasen por inercia, sin la obligación de trabajar. De esa manera, dejándose llevar y sin vencer ningún tipo de resistencia, es matemáticamente, por así decir, la fórmula de menor consumo energético y, por ende, la más fácil, afirmo. Inténtalo y no perderás mucho, cuanto más unos minutos. Ahora bien, ganar, ganar… ¡muchísimo! ¡ Cuanto menos, tu salud mental!

3.- La meditación es el mejor ejercicio que se puede hacer a diario.

Además de lo dicho, las ventajas de la oxigenación son para nuestra fisiología de largo alcance, ahondando en la más básica de nuestras necesidades. Cualquier otro tipo de ejercicio puede ser perjudicial en exceso o por su exigencia, de ahí que suelan aconsejarse dos o tres sesiones por semana y moderadamente desde cierta edad, pasados ya los años de competición… Pero mucha gente no sabe la cantidad de ventajas añadidas a nivel muscular que tiene el conseguir una buena posición constantemente en nuestro cuerpo, que es de obligado cumplimiento para poder respirar bien, así como el propio mover con intensidad los músculos del diafragma y de la caja torácica tan a menudo, pues la meditación es de posible dedicación diaria y lo más alejado a algo agresivo para articulaciones, tendones y músculos, o incluso los propios huesos. Si se mira bien, pocos ejercicios a su nivel salvo el andar o nadar, por lo que os aconsejo poderosamente que lo consideréis también en lo referente a sus aportaciones físicas, dicho esto en el sentido clásico en que nos solemos fijar en nuestro cuerpo.

4.- La meditación es una forma deliciosa de aprender a pensar.

Este punto sí que es una aportación maravillosa que la meditación nos regala. Como anoté en el subtítulo del artículo, meditar para uno mismo es dedicar la atención a su misma respiración, sin otro objetivo mental que no sea el sentir cómo responde su cuerpo ante ese acontecer orgánico que es fabuloso, que es sentirse vivo, en funcionamiento, parte del gran misterio que el universo nos ofrece cifrado cada día de nuestra existencia, pero bello al fin y al cabo.

El mero hecho de afianzar la constancia en lograr ese objetivo, nos hace entrenarnos, en paralelo, para ir teniendo más capacidad de reflexión en cualquier otra cosa, sea de la naturaleza que sea, pues como hacía un gran maestro de la disciplina arquitectónica, el portugués Álvaro Siza Vieira, el alumno que en su asignatura de construcción era capaz de aprender todo lo que puede saberse del yeso (¡monopolizaba todo el curso!), está preparado para exigirse a sí mismo mucho más ante cualquier otro material del que quiera aprender. Sabe dónde está el nivel “saber mucho”. Magistral. Ese mismo proceso pienso que se da en la meditación con respecto a pensar en sí.

5.- La meditación es la celebración de uno mismo por antonomasia.

Y por último, no puedo acabar sin confesar, escuetamente, la parte festiva que la meditación encierra. Es una verdadera maravilla compartir el tiempo contigo mismo. Sentirte el centro de la naturaleza. No contar con nada más que contigo y tu capacidad de pensar en tu respiración. Cuando se llega a ciertas cotas de embriaguez mental, resulta placentero y dichoso el meditar, o más bien, el saber por aproximación intuitiva cuasi directa que eres uno en el todo y el todo no es sin ti. Este conocimiento es, para mí, rozar la sabiduría máxima y acercarse a una celebración constante de la suerte de ser consciente, de ser tú, de ser. Lejos del ego. Yo voy detrás de ello… ¿te unes a la fiesta?

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