En algunas ocasiones hemos hablado en el Blog de la necesidad de establecer grandes objetivos en la vida. Elevar nuestras expectativas y fijarse elevados estándares es el mejor método para conseguir grandes éxitos en cualquier área, sea personal o profesional.
Contra esto, alguna vez se ha planteado la siguiente cuestión: ¿qué sucede si yo quiero ser EL MEJOR? Es decir, en lugar de fijarme un objetivo extraordinario, me planteo directamente ser el mejor en un área o disciplina concreta. ¿Lo conseguiré? ¿El simple deseo de ser el número uno, me lo garantiza?.
Ser ambicioso es bueno. De hecho los objetivos siempre deben ser muy ambiciosos. Lo que sucede cuando nos establecemos un objetivo tan ambicioso, como ser el mejor, es que hay probabilidades de no conseguirlo.
Y ello porque, además del deseo, intervienen otras circunstancias externas que no tienen que ver con la voluntad. Si, por ejemplo, un anciano se propone batir el récord mundial de una disciplina atlética, lo más seguro es que no lo consiga.
Pese a todo, se puede afirmar que querer ser el mejor nunca es malo. Ni siquiera puede generar frustración. Desear ser el número uno, posiblemente no garantice que se consiga, pero sí asegura la mejora personal.
Siguiendo con el ejemplo anterior, podríamos decir que si ese mismo anciano, se entrena pensando en ser el mejor velocista del mundo, posiblemente no lo conseguirá. Pero sí será cada día más veloz, estará en mejor forma física, tendrá más salud, etc.
Al respecto es interesante la siguiente cita de Aristóteles:
“Sólo de nosotros depende el ser buenos o malos.
Pero, se dirá quizá, puesto que de mí sólo depende ser bueno, seré, si quiero, el mejor de los hombres.
No, eso no es posible como se imagina. ¿Por qué? Porque semejante perfección no tiene lugar ni aun para el cuerpo. Podrá cuidarse el cuerpo cuanto se quiera, pero no por esto se conseguirá que sea el mejor cuerpo del mundo. Porque no basta el cuidado y ejercicio más esmerado, puesto que se necesita, además, que la naturaleza nos haya dotado de un cuerpo perfectamente dotado y perfectamente sano. Con el esmero, el cuerpo aparecerá en mejor forma, pero no por eso será el mejor entre todos, el más rápido, el más fuerte.
Lo mismo sucede respecto al alma. Para ser el más virtuoso de los hombres no basta quererlo si la naturaleza no nos auxilia; pero se será mucho mejor, si hay esta noble resolución”
Es indicativa la coletilla condicional final “si hay esta noble resolución”. Ya entonces Aristóteles advertía que la clave para conseguir cosas en la vida era tener la verdadera determinación de conseguirlas.
Sobre todo, apostillaríamos nosotros, si se quiere ser el mejor.