Hoy. Tú. Todos.

La primera es tu presente. La segunda es tu consciencia. La tercera es tu disfrute.

Saber que cada día es un mundo por descubrir, una etapa única que recorrer, un capítulo maravilloso que escribir con la tinta de un cartucho que caduca en unas horas es sabiduría. Y la sabiduría conlleva entusiasmo.

Darte la importancia que te mereces entre tanta materia circundante y situarte en el cajón más alto de tu podio mental y sentimental, rescatando tu individualidad de una manera cierta y vívida, es sabiduría. Y la sabiduría se reconoce en el entusiasmo.

Colocar el foco en los demás y detectar que es el camino más directo para auto-realizarse, ya que la autocomplacencia no sirve más que para perder la bondad de nuestra energía y darnos cuenta de que no estamos hechos para nosotros como fin último, es sabiduría. Y la sabiduría, entonces, se identifica con el entusiasmo.

Sabiduría: “el conocimiento cierto de las causas más profundas de todo”, según Tomás de Aquino.

Entusiasmo: procede etimológicamente del griego y venía a significar estar poseído por ráfagas de divinidad para logros inaccesibles en otro momento, como la poesía, por ejemplo. Yo diría que es pura inspiración.

A mí, vivir cada día con intensidad, reconocerte como hacedor y proyectarlo en la comunidad me parecen tres motivos para estar entusiasmado constantemente y de muy fácil evaluación. Es un proceso de unos treinta segundos cuando se entrena un poco y os garantizo que el día se encarrila de un modo muy productivo y satisfactorio.

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