Saber ponerse en el lugar del de enfrente. Esa es la primera llave. Si no se hace el esfuerzo por comprender la situación, edad, conocimientos, etc…, de la persona de que se trate, es muy posible que no pueda haber una comunicación razonablemente nítida, ya que cada uno hablará o actuará a diferentes cotas de nivel, es decir, en planos diferentes y no convergentes.
Parece una perogrullada dicho así, pero es tan habitual y existe un porcentaje tan alto de situaciones sin voluntad previa de entendimiento que me atrevería a decir que es la principal causa de malentendidos, discusiones y enfados entre seres humanos. Así de fuerte y de claro.
Es por ello que se impone el entrenarnos en el uso de dicha habilidad: cada vez que encaremos una dialéctica determinada con visos de divergencias, durante unos segundos pensemos en qué ha impulsado a la otra persona a hacer o decir lo hecho o dicho. Con seguridad será un momento más tranquilo, más lúcido en explicaciones o búsqueda de soluciones y, además, el sabor a enfrentamiento no salará el encuentro.
Saber mantener la antena puesta en todo momento, es decir, saber escuchar y admitir que, en cualquier instante, alguien puede argumentar mejor que tú y que, entonces, hay que tener la capacidad de dudar de tus propias opiniones o convicciones es la segunda llave de la comprensión.
Si no fuere así, seríamos fanáticos y éstos no comprenden a nadie. Y aún peor, nos faltaría la humildad que los sabios nos han aconsejado tantas veces cultivar: nunca tenemos que estar sujetos a argumentos inamovibles por duro que resulte, ya que hasta nuestra propia genética diría que nos aboca a ellos, no sólo la formación o la educación, pero por encima de todo tenemos la libertad para superarlos, para superarnos si fuere menester y otorgar razón o razones al de enfrente que ayuden al entendimiento.
Cuando así se actúa, es justo esperar del otro la misma predisposición, ya que no estoy queriendo decir que todo sea resoluble, pues si una de las partes es fija en las disquisiciones, sólo se puede esperar de la acción una reacción, como en la física; en este caso se llama rebeldía.
Saber que todo pasa, que no hay mal que cien años dure, como suele decirse y que, en cualquier caso, la importancia de los hechos de que se trate, puntualmente, es relativa siempre, es la tercera llave de la comprensión. Con este argumento como sólido balance previo, el estado inicial para entender cualquier suceso o tema gana perspectiva, entereza y sabiduría.
Otra cosa es el relativismo, una manera de entender el mundo en la que no comulgo, pues no da todo igual, ni todo está bien. No he querido decir algo así en ningún momento, pero sí que todo tiene su momento y para cada uno ese tiempo puede ser diferente.
Espero que no os dejéis fuera del llavero estas tres reflexiones que, a buen seguro, nos harán armonizar más con nuestro entorno.
Muchas gracias de nuevo José Manuel
Saber que vosotros también pasasteis un buen rato, me hace muy feliz ?
Ratitos como esos dan sentido a muchas cosas!!
Aprovecho para desearos felices vacaciones a los 4!
Os seguiré leyendo, seguiré aprendiendo, seguiré compartiendo, como siempre…
Un abrazo
¡Hola, Patricia! ¡Qué bueno leerte por aquí!
Para nosotros fue un honor y calaste profundamente entre nosotros. Gracias por venir a La Sede, en primer lugar, y más aún por el buen rato que pasamos.
Respecto a la empatía, decirte que es a mi entender el arte de ser nosotros mismos en el otro, en los demás. Es un ejercicio maravilloso que no es ni de imitación ni de aproximación, sino de sincronía interior, de verdadera comunicación como tú bien dices.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo fuerte.
Hola José Manuel, lo primero que he de decirte es que me encanto conocerte, conoceros, el pasado jueves! Muchísimas gracias por ese encuentro que me resulto maravilloso, sinceramente
Sois los 4 mosqueteros, sin duda un gran equipo ??
Respecto a tu artículo, enhorabuena, por este y por tantos otros
Empatía…esa gran cualidad de la que mucha gente carece y motivo por el cual, como bien dices, hay tantos malentendidos
Sin duda en los colegios debería enseñarse a ser empatico, practicar ser empatico, y habría menos problemas de los que hay hoy en día !
Como dice el comentarista anterior, Josep, comuniquémonos! Dejemos de hablar y escuchemos y dejemos que nos comuniquen y comuniquemos nosotros
Un abrazo
Las personas nos comunicamos unas con otras continuamente, pero lo hacemos en piloto automático sin fijarnos en el “como” lo hacemos. También solemos asociar el verbo comunicar al verbo hablar, cuando comunicar es muchísimo más que hablar.
La idea que hoy extraigo de tu artículo José Manuel és la siguiente: Para comunicarte eficazmente, esfuérzate primero en entender a la otra persona. Si lo consigues, puede que logres un diálogo constructivo, en caso contrario puedes llegar facilmente a un debate inútil
¡Hola, Josep!
Me alegra mucho el estar de nuevo en condiciones de poder agradecerle su constante seguimiento y, sobretodo, su calidad en las intervenciones. Como bien resume, no hay otra cosa mejor que intentar entender al interlocutor para que el diálogo frutifique, y las personas que lo sabemos tenemos la obligación de intentarlo siempre: no hay nada peor que dejar al universo sin una aportación constructiva en cuanto hay ocasión.
Un gran abrazo, caballero.