Una mañana coincidieron al amanecer el Sol que asomaba y el Viento, que soplaba con fuerza llevándose todo cuanto no estuviera anclado al suelo.
-¡Con qué ánimo te veo hoy amigo viento!- dijo el Sol nada más asomar por el horizonte.
-Aquí me tienes amigo Sol, lleno de vigor y de fortaleza. No existe nada que pueda resistirse a mi voluntad.
Y como queriendo demostrarle al Sol, que sus palabras no eran meras bravuconadas, sopló con tanta fuerza que incluso algunos tejados de las casas se despegaron de las paredes y los arboles fueron arrancados del suelo para ir a parar lejos de donde estaban plantados.
-Bien me demuestras tus fuerzas- dijo el Sol.
-Pues aun podría hacer más-se ufanaba el Viento -, Agito a las aguas y los humanos me temen, las tierras arraso y no hay otro elemento de la naturaleza que pueda emularme.
El Sol observaba al viento que todo lo agitaba y revolvía.
-Y dime Viento-Dijo el Sol-, veo que efectivamente tu capacidad para crear destrucción es grande, pero no significa que por ello tu poder sea mayor al poder de otros.
-No me hagas reír-contestó orgulloso el Viento-, ¿Acaso tu podrías superarme?
-Hagamos una prueba si te atreves-dio el Sol.
-Eligela tú mismo- le contestó el viento desafiante.
-Mientras hemos estado hablando-dijo el Sol-, un campesino ha salido de su casa y va por aquel camino. ¿Lo ves?
-Lo veo.
-¿Serias capaz de arrancarle la manta con la que se cubre?
-He arrancado tejados y arboles-rió el Viento-, eso me resultará fácil, amigo Sol, debieras de haber elegido otra prueba.
-En tal caso empieza tu mismo-le contestó el Sol.
El viento comenzó a soplar y la manta parecía una bandera, el campesino entonces la sujetó con fuerza y se la enrolló alrededor de su cuerpo.
El viento entonces sopló con más intensidad, pero cuanto más fuerte era el viento más más se aferraba aquel hombre a su manta.
El viento enfadado arreció su fuerza y el campesino cayó al suelo, y fue arrastrado hasta que tropezó con un árbol, el campesino, dolorido y cansado, no cesaba de aferrarse a su manta, y abrazando el tronco del árbol conseguía mantener en su poder la manta con la que pretendía abrigarse del frío de la mañana.
-¿Todavía no lo has conseguido amigo Viento?
-¡Derribaré el árbol y lo arrastraré hasta que suelte esa estúpida manta!-gritó el Viento irritado.
Sopló y derribó el árbol, pero el campesino sujetaba la manta enrollada en uno de sus brazos.
-Creo que no podrás y que ha llegado ya el momento de intentarlo yo-dijo el Sol.
-Si yo no he podido, no creo que tu puedas, pero venga, inténtalo a ver de qué eres capaz.
El Viento se apartó para dejar que el Sol pudiera intervenir.
El campesino había quedado tumbado en el suelo, pero volvió a levantarse y seguir su camino, poniéndose de nuevo la manta sobre su espalda y el pecho.
El Sol comenzó a irradiar su calor, y el campesino, cansado por la experiencia con el Viento y acalorado, decisión detenerse bajo un árbol, sentándose al amparo de la sombra de sus ramas.
Poco a poco, el Sol fue aumentando su calor, y el hombre dejó de sentir frío, hasta que llegado un momento se quitó su manta y enrollándola la dejó junto a él.
-¿Y bien amigo Viento, qué tienes que decirme al respecto?
El viento no contestó. Por tanto, puede hacerlo el lector. ¿Con qué se pueden conseguir más cosas en la vida? ¿Con furia y fuerza o con suavidad y una sonrisa?