Todas las cosas tienen una apariencia. Sobre ellas, además, escuchamos muchas opiniones.

Por ejemplo, vemos una noticia en TV que en escasos 30 segundos nos explica (pongamos por caso) una sentencia judicial que ha generado polémica en la sociedad. Ese mismo día escuchamos opiniones de amigos y familiares al respecto. Sin embargo, lo más seguro es que no hayamos leído un solo párrafo de esa sentencia, ni hagamos esfuerzo alguno por investigar la razón que hay detrás de ese pronunciamiento del juez (falta de pruebas, defectos formales, etc ). Pese a ello, opinamos con toda rotundidad y afirmamos conocer perfectamente el asunto.

Al respecto, lo primero que habría que decir es que ni la apariencia ni las opiniones son la verdad. La verdad hay que buscarla y descubrirla. Solo así se alcanza la sabiduría.

En este sentido, la definición que daba Platón sobre la sabiduría, es plenamente vigente hoy. La sabiduría se caracteriza por la búsqueda de la verdad que hay dentro de todas las cosas. Literalmente, Platón la definió así:

Quien realmente ama aprender está dotado por naturaleza para luchar para encontrar el ser. No se detiene en cada una de las muchas cosas que se opina que son, sino que avanza y no flaquea ni abandona su intenso deseo hasta que alcanza la naturaleza de cada cosa. Y lo hace con la parte del alma a la que corresponde alcanzarla, con la cual se aproxima y se mezcla con el verdadero ser, engendrando inteligencia y verdad. Así adquiere el conocimiento y vive y se nutre verdaderamente, cesando entonces y no antes, sus dolores de parto.

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