Sonrosadas tus mejillas, buscas sonrisas
entre los hombres hambrientos a la espera
del delirante convite de irisadas premisas
en que conviertes el amanecer de tu esfera.
Son muchos más quienes miran sin verte,
pues jugar con tus dientes silenciosos
es destino infinito de caballeros inertes
a la grupa de sus sueños caprichosos.
Pero algunos te conocen y te hozan,
marco crudo de traviesas infieles,
cuando al atardecer, bien cuerdos, gozan
de tu eterno trueque en sedosas pieles.