No son pocos los momentos en la vida en que tenemos la tentación de dejarlo todo, de abandonar nuestros deberes y dedicarnos a otra cosa. A menudo escuchamos casos de personas que renunciaron a su trabajo, a su negocio, a su familia, para buscar nuevas experiencias, nuevas aventuras.

Cambiar no es malo. Y si se trata de cambiar para perseguir un sueño, hay que intentarlo. Pero hay que tener en cuenta una cosa: todo cambio ha de ser UTIL. El nuevo trabajo, el nuevo negocio, la nueva situación familiar, ha de proporcionarnos más beneficios que la anterior.

Porque el riesgo que existe es que ese cambio pueda obedecer a un mero capricho o al simple deseo de cambiar. La mente humana detesta el aburrimiento y muchas veces nos sentimos atraídos por una actividad aparentemente más atractiva, pero en realidad menos útil.

El mejor ejemplo se contiene en el proverbio de la Grecia Clásica (Apendix Proverbiorum) que aludía a las personas que abandonaban sus deberes para dedicarse a una actividad tan llamativa como estéril: “fundir oro”. Por muchas veces que lo fundamos, nuestro oro siempre es el mismo. De lo que se tratará es de conseguir más oro, no de modificar el estado Del que tenemos.

Ésa es la reflexión que hay que hacer antes de llevar a cabo cualquier cambio: ¿de verdad quiero cambiar porque me va a proporcionar una mejora?

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