John Bertrand Gurdon, acaba de ser galardonado con el premio Nobel de medicina por su contribución junto al japonés Shinya Yamanaka, al descubrimiento de cómo se pueden «reprogramar» las células maduras para que se «conviertan en células pluripotentes», capaces de transformarse en cualquier tipo de tejido, lo que «ha revolucionado» la comprensión de cómo se desarrollan las células y los organismos.
Pero esto es el feliz desenlace de la historia. Y hasta llegar a este punto, una de las anécdotas de su biografía más significativas es una nota escrita por una de sus profesoras en el prestigioso colegio Eton College, el más exclusivo de Reino Unido. La nota, que Gurdon mantiene enmarcada cerca de su escritorio decía lo siguiente:
«Creo que Gurdon tiene la idea de convertirse en científico. Por lo que muestra en este momento, esto es bastante ridículo. Si no puede entender datos biológicos simples, no tendría ninguna oportunidad de hacer el trabajo de un especialista y sería una absoluta pérdida de tiempo tanto para él como para los que le enseñen»
¡Tremenda historia! Y sinceramente, me pregunto: ¿Cuántas carreras extraordinarias han sido truncadas por comentarios de este tipo? ¿En cuánta ocasiones, personas que no entienden la capacidad de superación del ser humano, han aniquilado los sueños de otras personas? ¿Somos conscientes del tremendo daño que puede causar una simple crítica?…
El mundo se hubiese perdido tremendos avances si el profesor John Bertrand Gurdon hubiese hecho caso al comentario de aquella maestra.
Reflexionemos y pongamos en valor nuestros verdaderos sueños, aspiraciones y pasiones. Es nuestra vida, y tal vez privemos al mundo de grandes cosas si no somos capaces de escuchar esa poderosa voz interior que nos indica cuales son nuestros verdaderos anhelos.
¡Abajo los críticos y arriba los soñadores!