Hoy quiero escribir acerca de la correcta disposición espiritual del hacedor, pues creo que hay un conflicto muy extendido en el quehacer de los emprendedores que han decidido hacer algo, sea lo que sea y a pesar de los pesares, y que no llega a buen fin en ocasiones precisamente por la rigidez de su determinación. Eso es algo que en sí mismo es necesario, muy notable y loable, pero que se puede llegar a demostrar frágil ante los inconvenientes. Y me explicaré contando una pequeña historia de origen oriental…
Cuentan que un viejo maestro ante la tristeza de un alumno que intentaba con todas sus fuerzas cada uno de sus menesteres, pensando únicamente en realizarlos de la mejor manera posible y a la mayor brevedad, pero que por alguna causa inesperada o de fuerza mayor en casi todos sus envites se veía con problemas para alcanzar su reto de manera perfecta e incólume, y acababa retirándose y dándose por vencido en todos ellos, le llamó en un aparte y le aconsejó:
“No seas como la robusta rama de un gran nogal que se mantiene erguida con orgullo ante el vendaval, pues cuando éste es suficientemente fuerte, la rama, firme hasta ese momento en su resistencia, acaba quebrándose y cayendo al suelo. Sería mejor que te vieras a ti mismo como una caña de bambú, ya que si te fijas bien en ella, cuando sopla el viento y desfigura su hermosa verticalidad, cede ante la adversidad y se dobla, pero cuando el viento cesa, entonces vuelve a apuntar al cielo y sigue creciendo en toda su belleza hasta las siguientes turbulencias.”
Me gustaría que esta reflexión calara hondo en todos aquellos que han dejado de seguir adelante hacia sus metas porque algún problema les ha alejado de ellas, puesto que es muy probable que ante toda la energía y todos los medios que se hubiere dispuesto en el empeño, el contratiempo que sufrieron les llevara a pensar que no habían sido capaces de conseguir su objetivo y, por ende, hubieren dejado de lado seguir intentándolo al creer que no estaban capacitados. A todos ellos, decirles que los sueños son juncos de bambú que habitan dentro de nosotros, y que saben esperar a que el viento deje de azuzarlos si nuestra conciencia de ellos se encuentra en la verdadera disposición espiritual del hacedor, la que entiende que los vendavales ocurren independientemente de nuestra voluntad, ese arma que resulta demoledora cuando admite la flexibilidad y no se culpa de los retrasos que nos infringen las circunstancias externas a nosotros.
Un último apunte: cuando sople muy fuerte, aprovechad para descansar y preparad los siguientes pasos. Pero de eso escribiré otro día.
Es una hermosa y sabia reflexión, para practicar!!!
Muchas gracias por esta gran lección, Jose Manuel; seguro que es útil a muchas personas, especialmente en estos tiempos; personalmente, voy a tomar muy buena nota.