La vida no vivida es una enfermedad de la que puedes morir. -Carl Jung
El territorio de las lamentaciones es quizás uno de los más peligrosos que se pueden pisar. Creo que la gran mayoría pocas veces lamentamos aquellas cosas que intentamos con todas nuestras fuerzas pero acabaron saliendo mal. ¡A fin de cuentas pusimos nuestro mejor esfuerzo y desempeño en ello! Pero sin duda, todos lamentamos aquellos proyectos o anhelos que por una causa u otra no llegamos a poner en marcha, a pesar de que en nuestro interior sabemos que significan mucho para nosotros.
Los seres humanos hemos sido diseñados para perseguir sueños y en el proceso desatar lo mejor de nuestras potencialidades. Es en esa dinámica de crecimiento constante en la que encontramos la verdadera realización. Los clásicos lo entendieron muy bien, y ya Aristóteles definió la felicidad bajo la palabra «Eudaimonia», que viene a significar «florecimiento humano». Necesitamos de esa satisfacción que emana del interior cuando sabemos que estamos avanzando en el desarrollo de nuestro potencial para sentirnos realmente bien.
Por eso, el camino más directo hacia la insatisfacción es dedicar nuestra vida a algo que no nos apasiona, o al menos no encontrar el modo de empezar a amar aquello a lo que nos dedicamos. Quizás una buena idea como punto de partida sería la siguiente:
Ama la vida que tienes y trabaja para construir la vida que deseas.
Que idea tan poderosa encierra esta simple frase. Comenzando por amar lo que hacemos, por encontrar magia y sentido en las cosas más simples y cotidianas de la vida, estamos poniendo unos cimientos maravillosos para construir sobre ellos tan alto como deseemos. Desde esa emoción de gratitud por lo que ya somos, es mucho más fácil que fluya la clase de energía necesaria cuando se trata de perseguir grandes sueños. Y sin duda, como nunca me canso de repetir, el mejor momento para comenzar a hacerlo es ahora mismo.
No puedo estar más desacuerdo con al cita de Carl Jung con la que he iniciado este escrito. Muchos seres humanos viven en un continuo estado de lamentaciones por todo lo que no están haciendo. Porque por mucho que queramos aparentar frente a los demás que nuestra vida es maravillosa, en nuestro interior y en nuestras emociones básicas todos somos mucho más parecidos de lo que creemos. Y cuando existe insatisfacción siempre es sin ninguna duda porque en nuestro interior sabemos que podríamos estar desatando de una manera mucho más intensa nuestro verdadero potencial. Que deberíamos estar apostando más fuertemente por nuestros sueños. A fin de cuentas, es casi una obligación para quienes hemos tenido la fortuna de nacer en países libres, repletos de oportunidades, y donde además de tener ilimitadas oportunidades de crecimiento y desarrollo, también nos ha sido dado el don y la oportunidad de ayudar a otros menos favorecidos que nosotros. Si estas leyendo estas líneas, no me cabe ninguna duda de que te encuentras entre los privilegiados de la humanidad. Y ese simple hecho nos tendría que hacer salir de nosotros mismos y tratar de generar el mayor impacto positivo que podamos. Solo en ese dar a la vida nuestro máximo potencial reside la verdadera realización.
Porque efectivamente, la vida no vivida, desaprovechada por no haber tenido el coraje de poner en juego la grandeza de nuestro potencial, es una enfermedad que nos puede matar por dentro.
Pero la buena noticia es que el antídoto a esa enfermedad es gratuito y no solo lo tienes cerca de ti, sino que lo tienes dentro de ti. Te separa de el una simple decisión:
La decisión de decirle alto y claro a la vida: «A partir de hoy voy a desatar en cada instante todo mi potencial para no dejar ni una gota de vida sin vivir.»