Las personas perfeccionistas persiguen una ilusión que solamente existe en su mente. Su imagen de como han de ser las cosas tiene poco que ver con la realidad. Siempre encuentran faltas en lo que realizan y pocas veces encuentran satisfacción incluso en aquellas cosas que realizan bien. Su objetivo es como tratar de alcanzar el horizonte; con cada paso que que se da el horizonte se va moviendo y jamás se alcanza. Le sucede lo mismo al perfeccionista: trata de mejorar y mejorar sus proyectos, pero siempre encuentra nuevas cosas que pulir y mejorar. Y jamás consigue ese falso ideal que mantiene en su mente. Mantener una actitud de perfeccionismo es más un problema que una bendición.
Deja de ser perfeccionista, y empieza a enfocarte en perseguir la excelencia.
Ese es un enfoque mucho más sano. Llega un instante en todo proyecto, en el que mayor dedicación o empeño, no compensa las mínimas mejoras que conseguiremos con ello. Y por tanto, ese es el momento de dar por concluido el trabajo. Cuando das lo mejor de ti mismo, y tratas de mejorar de manera constante, estas actuando al nivel de la excelencia. Y eso marca toda la diferencia en resultados y en satisfacción personal.
El perfeccionismo te resta recursos y te hace sentirte mal. La búsqueda de la excelencia potencia lo mejor de ti.
El perfeccionismo te limita, la excelencia destruye tus límites y te hace capaz de crecer de manera constante. Perseguir la excelencia es una vía directa para experimentar de manera continua la felicidad; esa maravillosa sensación de saber que cada día estamos avanzando en todas aquella áreas importantes de nuestra vida, mientras desatamos en cada instante nuestro máximo potencial.
¡Ponte ya en busca de la excelencia!
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