Un amigo me decía hoy que cuando entra en el patio del colegio donde cursan sus hijos, tiene la sensación impagable de introducirse dentro de una película de dibujos animados, que todo el mundo de los infantes le rodea y la magia que brota de su inocencia le impregna del espíritu Disney.

Bien mirado, observar a los niños pequeños es un estado de disfrute cuasi fílmico, como si estuviéramos de repente aislados de la realidad y nos centráramos en una historia paralela de despreocupación, en un mundo “Apple” hiper protegido donde no entran los virus de la indiferencia, la pasividad, el cinismo o la melancolía exagerada y la depresión.

Sólo encontramos ilusión, sinceridad, mucha energía, más ganas de jugar y, sobretodo, confianza en la bondad del mundo, cuyos infalibles seres guardianes somos sus mayores, más mayores, grandes y superlativos que nunca más volveremos a ser. En esos momentos en que sus miradas nos adentran aún más en el rodaje, uno quisiera ser condescendiente con todos los problemas del día a día y abandonarlos a su suerte.

Cuando las baterías se carguen en exceso, una pequeña excursión a cualquier colegio cercano a la hora de la recogida de los críos o un paseo por alguna plaza con juegos infantiles, donde se reúnan unos cuantos de ellos a merendar y acabar de retozarse antes de la retirada a casa, nos sentará como charlar un rato con Mowgly o con los siete enanitos del bosque: ¡de cine!

Esas mentes sin contaminar y frescas nos demuestran que, en esencia, el ser humano se acerca mucho más a la imagen buenista de Rousseau que a la recurrida visión de que el hombre es un animal depredador para el propio hombre. Entre los niños, los conflictos se resuelven con una naturalidad que vamos abandonando con la edad y, es más, existe una capacidad de integración del sujeto en el grupo que es todo un máster de relaciones públicas.

Conclusión: todos podemos seguir viendo películas de dibujos animados en los niños que nos rodean, bien cuando lo necesitemos o cuando reparemos en ellas y dejar que se nos alegre el día; sin duda, esa inocencia y esa energía vital es lo más sagrado, y ya nos lo dejaba claro el Maestro de Nazaret con su “…dejad que los niños se acerquen a mí.” Amén.

0 comentarios de “Los niños son nuestros dibujos animados

  1. Josep Sanvisens dice:

    Si, de verdad que es admirable la inocencia, la energia, y añadiria la curiosidad sana de los niños.
    Vale la pena que nos fijemos en ellos, para disfrutar con ellos y para esforzarnos a parecernos a ellos. También nos lo dijo Jesús: Quien no se haga como un niño no podrá entrar en el Reino de los Cielos.
    GRACIAS POR ESCRIBIR José Manuel.

    • José Manuel Sánchez Serrano dice:

      Chapeau! Considero apropiadísima esta segunda aportación bíblica, pues bien cierto es que quien no mantenga esas tres «virtudes» entrenadas, es decir, la inocencia que te permita estar abierto de mente, la curiosidad que te enfoque en lo por descubrir y la capacidad energética de llevarlas adelante, tendrá más difícil acercarse a cualquier comprensión de la realidad que resulte trascendente. Gracias a ti por acompañarnos, Josep.

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