¿Cual es la diferencia entre un curioso y un entrometido?

La curiosidad, bien entendida, es una virtud. Supone la búsqueda de algo que se desconoce. Cuando alguien curiosea es porque quiere saber algo que desconoce. Fue la curiosidad, las ganas de descubrir algo nuevo, lo que llevó a Edison a inventar la bombilla. Desde este punto de vista, es innegables que la curiosidad es algo provechoso.

Sin embargo, cuando esa curiosidad es excesiva, puede ser dañina. Será así cuando lo que se pretende averiguar no aporta nada, es estéril. El ejemplo más usual que encontramos es el de la persona que ansía saber detalles privados de la vida de los demás. Estamos entonces ante un verdadero entrometido.

La diferencia entre el curioso y el entrometido fue un tema que ya se trató en la Edad Antigua. Concretamente fue Safo de Metilene (Lesbos, 650-580 a.C) quien acuñó por primera vez el término “curiosidad constructiva“, para referirse a ese deseo de aprender, que podríamos llamar “curiosidad intelectual”. Según la poetisa griega, la curiosidad es constructiva cuando se limita a prestar atención, más que a interrogar.

Pero saber prestar atención no es fácil. También se debe aprender. Aunque enmarcada dentro de una idea más compleja, Safo explica que para prestar verdadera atención, es necesario que concurran en el oyente tres requisitos:

-HUMILDAD
-PACIENCIA
-INTELIGENCIA

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