“Si leer fuera suficiente para adquirir sabiduría, el número de individuos sabios en el mundo sería proporcional al número de libros que hay en el mundo”

(Platón)

Evidentemente no nos estamos refiriendo a cualquier tipo de conocimiento, sino a aquél más complejo y de fondo, al que resulta vital. El otro, el conocimiento superfluo o intrascendente, sí puede ser aprehendido mediante la lectura y trasvasado como si del agua de una jarra a otra se tratara.

Así, puedes leer y aprender datos intrascendentes como el lugar del mundo donde nació el primer bebé de 2014; curiosos como la coincidencia en el día del fallecimiento de Shakespeare y Miguel de Cervantes; o simplemente llamativos como la estatura del hombre más alto del mundo.

Este conocimiento superficial (que jamás te llevará a la sabiduría) sí puede ser aprendido mediante la lectura.

Ahora bien, el conocimiento útil, el verdaderamente trascendente para la vida, es aquel cuyo aprendizaje requiere de algo más. Requiere, en primer lugar, de una comprensión que solamente se alcanza con la experimentación propia, con el descubrimiento en primera persona. En segundo lugar, ese conocimiento debe germinar y crecer dentro de cada uno, como si de una semilla se tratara. Y en tercer lugar, adquirir ese conocimiento consiste, en definitiva, en una verdadera formación personal que solamente puede obtenerse mediante la inmersión total que se produce cuando uno practica e incorpora ese conocimiento como una forma de vida. Hacerlo así, te garantiza estar cerca de la sabiduría.

Por poner un ejemplo sencillo, leyendo un buen libro podrás saber cuáles son las reglas básicas de la gestión del tiempo; ahora bien, si de verdad quieres gestionar eficazmente tu tiempo y aumentar tu productividad, habrás de pasar a la acción y aplicar esas reglas teóricas a tu día a día, de ser un ejemplo práctico de lo aprendido.

La diferencia parece sutil pero no lo es. No es lo mismo tener ese conocimiento concreto que usarlo. Ya lo dijo Platón.

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