«Nunca los cetros gozaron de apacible reposo ni tuvieron un día seguro; una angustia segura tras otra los fatiga y agita su alma siempre un nuevo temporal»
(«Agamenón». Séneca)

Esta frase es un lamento. Se contiene en el párodo (o entrada) de Agamenón, una de las Tragedias clásicas más famosas de Séneca (Córdoba, 5-65 d.C). En él, un coro de mujeres lamenta los sacrificios que conlleva el ejercicio de puestos de responsabilidad y prefiere llevar una vida instalada en la mediocridad.

El coro continúa diciendo que «la bienhechora noche no les procura seguro retiro; el sueño que domina las preocupaciones no libera su pecho».

Esta última referencia a las noches en vela o cargadas de preocupaciones, habrá hecho identificarse a más de un lector. No hay persona que ocupe un puesto de responsabilidad que lleve una vida apacible o que duerma plácidamente todas las noches.

Por tanto, la primera idea es que lo que cantaba el coro de mujeres de Micenas es cierto: la vida «de los cetros» conlleva importantes sacrificios, angustias, etc.

Lo que no cuentan en este canto es la diferencia que hay de llevar este tipo de vida «de responsabilidad» a llevar una vida mediocre; es decir, no habla de las consecuencias o resultado final, sino de los medios.

Escoger entre un tipo de vida u otro en función de la comodidad o en evitación de dolor, supone poner el acento en los medios y no en el fin. Aquel que, como recomienda el coro, se fija exclusivamente en lo que hay que hacer para conseguir un objetivo y no en el objetivo mismo, está equivocando el enfoque.

Al analizar los medios se pierde de vista el objetivo. Cuando pasamos demasiado tiempo pensando en los sacrificios que hay que llevar a cabo para alcanzar una meta, corremos el riesgo de paralizarnos y creer que no somos capaces de alcanzarla.

Por eso, muchas veces es mejor no escuchar los cantos de los demás que nos recomiendan llevar una vida de mediocridad

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