Magnífica anécdota que relata el gran divulgador Eduardo Punset en su libro «El viaje a la felicidad» (Ed. Destino, 209 págs.). Aunque enclavada dentro de un capítulo que habla de la inmortalidad, la idea fundamental que transmite es que la cualidad diferenciadora de los seres humanos, su mayor virtud es la capacidad de soñar:
«En los aeropuertos —donde transcurre una parte importante de mi vida y se producen mis encuentros más significativos— la gente me pide, a menudo, que les ayude a despejar el interrogante que más les abruma:
—¿Hay algo después de la muerte? —preguntan—. ¡No es posible que todo termine! ¡Que todo esto no haya servido para nada! —insisten—: Usted que ha hablado con tantos científicos, ¿qué piensa?
—No lo sé —les respondo de entrada. Y luego sólo se me ocurre hacer referencia al secuestro incomprensible de las células germinales en la historia de la evolución.
Tal vez la pregunta podría formularse en otros términos:
—Cuando uno se muere, ¿qué es lo que se muere?
Porque los átomos de los que estamos hechos son, prácticamente, eternos y sólo las células somáticas mueren realmente. Las germinales, responsables de la perpetuación de la especie, son inmortales. Cuando sospecho que mi bienintencionada respuesta no les conforta del todo, echo mano de mi último recurso dialéctico:
—A lo mejor, lo único que se muere es nuestra capacidad de alucinar y soñar.
Al final recurro, siempre con ánimo de sosegar, a la fantasía:
—Es gracias a la brevedad de la vida, a su finitud, que los dos, ahora mismo, en este aeropuerto, sentimos intensamente. Si la vida fuera eterna, resultaría muy difícil concentrarse en algo. Ni siquiera notaríamos el esplendor de las puestas de sol.
Finalmente, todo hay que decirlo, no puedo impedir en estos encuentros el recuerdo de un grafitti de los años sesenta en el metro de Nueva York, que rezaba Is there a life before death?, como si lo único que importara fuera sentir si hay vida antes de la muerte. Y no al revés.»
No podemos ver, por ejemplo, el amor pero no dudamos de que existe.
No podemos comprobar que somos seres espirituales en un cuerpo y en una experiéncia humana, pero podemos llegar a la convicción de que así es.
Desde este punto de vista es lógica la pregunta que Punset vió escrita en el metro. Si somos espíritu, el cuerpo y la experiéncia de vida entre el nacimiento y la muerte no es espíritu, no es lo que somos. ¿Hay vida en lo que no somos antes de la muerte? Quizá primero debiéramos preguntarnos ¿Que es la vida? y ¿Que es vivir la vida?
GRACIAS ORFEO