El concepto del principio de “resonancia simpática” podría resumirse con otro principio equivalente: los iguales se atraen. Consiste en el efecto que se produce en una persona por la atracción que ejerce la acción de otra.
Su nombre proviene del mundo de la música. Si se colocan dos pianos separados en una habitación grande y se golpea en uno de ellos la nota «do», se puede ir seguidamente hacia el otro piano para observar que en él la cuerda correspondiente a la nota «do» está vibrando con idéntica intensidad que la cuerda hermana del primer piano.
Según este principio, cada uno de nosotros tendemos a atraer hacia nosotros a la gente y a las situaciones que están en sintonía con nuestra forma de pensar y actuar. Si somos positivos, atraeremos a personas y acontecimientos positivos. Y viceversa.
En ocasiones también es determinante el ambiente que nos rodea en nuestras relaciones personales, familiares y laborales. Así por ejemplo, en el mundo de la empresa, un entorno laboral optimista genera automáticamente en cada empleado una actitud positiva, de superación de retos, donde nada es imposible.
Como dijo Richard Bach en “El secreto de la Riqueza Absoluta”:
Los iguales se atraen. Limítate a ser quien eres: sereno,
transparente y brillante. Cuando irradiamos lo que somos, cuando
sólo hacemos lo que deseamos hacer, esto aparta automáticamente a
quienes nada tienen que aprender de nosotros y atrae a quienes sí
tienen algo que aprender y también algo que enseñarnos.