Hoy día, el deseo y la aversión parecen haberse convertido en los dos únicos motivos de decisión y acción. Intentamos hacer lo que deseamos, e intentamos evitar aquello hacia lo que sentimos aversión.
El problema que tiene hacer exclusivamente lo que deseamos, es que no siempre es lo que nos conviene. En muchas ocasiones nos puede apetecer hacer algo por placer, por comodidad, etc. pero eso no significa que sea lo mejor para nosotros. Podemos poner un ejemplo extremo en una droga que pudiera producir un placer inmediato, pero tener devastadores efectos mediatos.
Por su parte, evitar lo que no nos gusta no siempre es bueno. A menudo hacer algo a lo que tenemos aversión es el precio que hay que pagar para conseguir otras recompensas. Una mañana lluviosa, por ejemplo, puede no apetecerte levantarte de la cama para ir a trabajar. Pero ése el precio que has de pagar para conseguir tu desarrollo profesional, alcanzar tus metas económicas, etc.
Las personas que se mueven empujadas exclusivamente por el deseo y la aversión no suelen ser personas serenas. Y es que no es fácil conservar el equilibrio cuando cada decisión, cada acción, depende de algo tan cambiante como el deseo o la aversión.
Por el contrario, las personas que tienen bien definidos sus objetivos en la vida, son personas estables. Hacen “lo que tienen que hacer” para alcanzar esos objetivos. Y no se paran a pensar si lo que tienen que hacer les gusta o no. Simplemente lo hacen porque está en consonancia con su ideal de vida, porque es preciso para conseguir ese objetivo final que se han trazado.
Lo que tratan estas personas es de encontrar un sentido a cada decisión, a cada acto. Y ese sentido lo encuentran cada vez que responden a esta pregunta:
“Ante esta situación que se me plantea ¿qué decisión o acción debo llevar a cabo para acercarme a mi objetivo final?”
Así es. Cada día, casi cada hora, se nos presentan dicotomías. Decidir tomar el camino correcto es más fácil si se tiene claro a dónde se va. Gracias por el comentario.
Efectivamente. Si un deseo de placer es inmediato, podemos caer facilmente en la tentación de obrar, incluso a sabiendas, en contra nuestra. Por ejemplo, el placer de fumar un cigarrillo ahora, vence a la aversión de perjudicar nuestra salud, e incluso al riesgo de contraer cáncer, posteriormente.
Nos has dado dos ideas básicas Orfeo:
-Tener bien claros y definidos nuestros objetivos.
-Obrar en coheréncia con la respuesta a tu poderosa pregunta ¿Esto que deseo hacer, me acerca a mi objetivo final?
GRACIAS POR ESCRIBIR PARA AYUDARNOS.