Resulta obvio que es difícil de cuantificar una acción verbal tan condicionada al ser humano como amar. Quizás se pueda valorar someramente (mucho, poco, bastante,…) o, a lo sumo, comparar desde un mismo sujeto (más, menos o igual que a…), pero sería absurdo expresar el sentimiento en tantos por ciento, por decir algo, como por ejemplo afirmar que quiero a mi mujer al 87%.
Ridículo, ¿no?
Pues hace poco escuché a una señora explicar que un religioso había encontrado una fórmula de cuantificación del amor al peso; como si de colocar en los platos de una balanza se tratara, situando por un lado lo que se quiere a alguien y por el otro lo que se le es capaz de perdonar. Curiosamente, la balanza se igualaría en casos de mucho amor o de poco, pues se equilibraría en ambos y no se trata de eso, pero sí se podría llegar a pesar según una escala predeterminada de asignación de valor a cada tipo de acción perdonada, según su naturaleza, todo y que siempre se podrá tildar de subjetiva dicha medida.
En cualquier caso, me pareció una aproximación interesante y cierta desde mi punto de vista y, como corolario dentro del tema que nos ocupa en el blog, me sugirió de inmediato una fórmula que os estoy queriendo trasladar sobre el perdón: a más perdón, más amor. A mayor capacidad de perdonar, mayor capacidad de amar.
Y si en el campo de la superación personal el objetivo último es la felicidad que nos produce alcanzar una armonía previamente meditada y planificada, y como la mayor variable a cubrir en cualquier proyecto personal será, se admita o no, el estado óptimo de la relación con nuestros seres queridos, se deduce de inmediato que cuanto más capacidad de amarlos tengamos, mejor serán estas, pues amor con amor se paga indefectiblemente (salvo en el caso de los padres y los hijos -y sólo en sentido “descendente”-, siempre tan especial por cuasi gratuito…).
Por tanto, ejercitémonos en el perdón y saldremos reforzados en nuestra carrera hacia ser mejores. Si pesamos más en perdones, pesaremos más en amor y siempre es la opción a tomar, damas y caballeros, cuando se trata de identificar modos de mejoría.
Y perdón por no haberlo escrito antes.
Muy interesante esta balanza entre amor y perdón y estoy de acuerdo con ella.
Si aceptamos la idea de que, nadie puede hacerme sentir mal ni ofenderme si yo no se lo permito, o la idea de que, no importa lo que pasa, importa como yo me lo tomo. Siempre podríamos comenzar por perdonarnos a nosotros mismos, por haber ELEGIDO sentirnos mal, o enfadarnos, o tomarnos los hechos de la peor manera. Cuando nos hayamos perdonado, seguramente será más fácil perdonar a los demás, igual que es más fácil amar a los demás si nos amammos a nosotros mismos.
GRACIAS JOSÉ MANUEL.
Amigo José Manuel,
Me encanta la unión de estos dos conceptos que has introducido en tu artículo. El perdón y el amor son dos conceptos directamente relacionados.
No existe ningún concepto más liberador para la conciencia que el perdón. Efectivamente, saber perdonar es el mejor modo de demostrar amor.
Gracias por compartir con nosotros esta sabia reflexión, y felicidades por tu artículo.
Miguel Ángel Guilló