Cualquier época de cambio, como la actual, genera incertidumbre y dudas en cada uno de nosotros. Es un tiempo en el que nos podemos llegar a cuestionar ideas, principios y hasta valores que nos han servido de guía hasta el momento actual.

¿Me gusta mi trabajo? ¿Soy feliz en mi relación de pareja? ¿Estoy educando bien a mis hijos? ¿Mi día a día es coherente con mis principios? ¿Mi escala de valores sigue teniendo el mismo orden?

Estas dudas no tienen por qué tener efectos personales negativos necesariamente. Revisar y actualizar nuestras creencias puede ser un sano ejercicio, siempre que se haga desde la serenidad y la plena consciencia, alejados de modas o de triviales deseos de cambio por el cambio.

Un buen método para llevar a cabo ese proceso de revisión de nuestros valores, es servirse de un guía, de un experto que nos ayude.  Encontrar a esa persona no tiene por qué ser difícil. Si nadie de nuestro entorno puede ayudarnos, siempre podemos acudir a los grandes sabios de la historia, aquéllos que dejaron sus ideas y reflexiones por escrito.

El guía que aquí comparece es René Descartes (La Haye, 1596-1650). El filósofo francés, con su “pienso luego existo”, nos puede ayudar en ese proceso de revisión de nuestras creencias. Y es que la idea fundamental de la que parte el sistema cartesiano, consiste en no aceptar a priori nada como verdadero, de no tomar jamás nada como verdad, excepto lo evidente.

Esta idea de Descartes, nos puede servir como punto de partida de un proceso serio de revisión de nuestros principios. Pensar que ninguna de nuestras creencias tiene por qué ser verdadera, puede ser el punto de inflexión que nos lleve a razonar si debemos seguir manteniéndolas.

El ejercicio es arriesgado. No se trata de dejar de creer porque sí, ni de dudar por dudar. Descartes no era un escéptico. Su propósito con la duda era, como él mismo dijo “quitar la tierra movediza y la arena para encontrar la roca o arcilla”. En otras palabras, de lo que se trata es de dudar para creer.

0 comentarios de “Duda para creer

  1. Orfeo dice:

    Efectivamente, Hansi. El problema muchas veces es que eso paradigmas nos vienen impuestos desde afuera: por la educación, por la sociedad…Al final, de lo que se trata es de crear uno mismo sus propios paradigmas. Y para ello el ejercicio que propone el post es muy útil.

  2. Orfeo dice:

    Seguramente no es casualidad, Eugenio, que te hayas encontrado con este post justo al principio de año, sin duda, una de las mejores épocas para hacer lo que propones, sobre todo, plantear la pregunta de tu padre. muy sabia.

  3. HANSI ALONSO dice:

    Muy saludable el ejercicio que propones. Es bueno valorar el paradigma que nos mueve de cuando en cuando para crear y recrear nuestra realidad de la mejor manera posible, sin estancarse.

    • Orfeo dice:

      Efectivamente, Hansi. El problema muchas veces es que eso paradigmas nos vienen impuestos desde afuera: por la educación, por la sociedad…Al final, de lo que se trata es de crear uno mismo sus propios paradigmas. Y para ello el ejercicio que propone el post es muy útil. Gracias por el comentario.

  4. Josep Sanvisens dice:

    Me quedo con la idea de que no se trata de dejar de creer porque sí, ni de dudar por dudar. Se trata de tener la mente abierta, de no rechazar ideas de inmediato solo por ser diferentes a nuestras creencias y recordar que las verdades también tienen caducidad.
    GRACIAS ORFEO

    • Orfeo dice:

      Así es, Josep. No se trata de ser un incrédulo; sino de un soñador que cada día se pregunta si lo que hace está en consonancia con esos sueños.

  5. Eugenio Jiménez dice:

    Poniéndome al día con vuestro blog me encuentro con este artículo con el que me he sentido especialmente identificado. Será por aquello de cambiar de año, que como siempre nos planteamos y replanteamos cuestiones. Yo lo hago por dos motivos: el primero es que la mejor forma de obtener una respuesta es haciendo una pregunta. Y el segundo porque como dice mi sabio padre “la pregunta más tonta es la que no se hace”. A veces no encuentro respuestas pero una cosa tengo clara: alguien que se plantea si está educando bien a su hijo, no debe estar haciéndolo muy mal.

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