“La mayoría de las personas equiparan la disciplina a la ausencia de libertad. El deber acaba con la espontaneidad, en el deber no hay libertad, quiero hacer lo que quiera. Eso, y no el deber, es libertad. En realidad ocurre todo lo contrario. Sólo las personas disciplinadas son realmente libres. Las indisciplinadas son esclavas de los cambios de humor, de los apetitos y las pasiones.” – Stephen Covey

En un almuerzo inesperado que tuvo ocasión hace bien poco al tropezarme con un grupo de amigos que habían quedado al efecto, surgió con uno de ellos, de probada formación y notable inteligencia, una conversación muy interesante acerca de su propia experiencia con el mundo de la autoayuda. Lógicamente, a mí me interesó sobremanera el tema y es por ello y en su honor que quisiera hacer unas reflexiones sobre las disertaciones que tuvimos. Y, sobretodo, darle las gracias a él y a todos por el rato tan especial que disfrutamos, antes de seguir avanzando.

El tema principal se centró en que consideraba, tras haber seguido un tiempo a rajatabla ciertos consejos de entre los leídos en libros referentes, que la planificación y el seguimiento de los mismos le había dado la sensación vívida de estar matando la capacidad de responder o de actuar espontáneamente, algo que no le acababa de producir bienestar o incluso le hacía infeliz, ya que le resultaba dicha disciplina una especie de cárcel de la propia personalidad y sus querencias.

Pues bien, en primer lugar, quede claro que no le falta razón ni me atrevería a quitársela, pues cada cuál es quien debe regirse por sus deseos y por el esquema vital que le produzca su verdadera felicidad, ¡faltaría más! Pero sí le invitaría a que valorase las siguientes reflexiones a colación de su discurso y que yo ya veo de otro modo, todo y que no es un intento por convencerle (esa intención nunca está presente ni subterráneamente entre mis propósitos, aunque pudiera parecerlo: yo creo que desde Máximo Potencial se “pone” y cada uno dispone –en estos temas sólo es válido el auto convencimiento-, y se “pone” porque creemos y sabemos que nuestros escritos pueden ser gérmenes de logros positivos para otras personas), sino que se trata más bien de un ejercicio de propio afianzamiento:

a.-Nadie se conoce mejor que uno mismo. Cierto. Pero nadie es más condescendiente con uno que él mismo.

b.-El nivel de felicidad puede enmarcarse en cualquier patrón y será real. Cierto. Pero nadie es más condescendiente con uno que él mismo.

c.-En la sensación de felicidad prima el sentimiento de la misma. Cierto. Pero la razón también aporta una percepción sobre ella, aunque no sea la espontánea.

d.-En el ámbito de la razón, de las razones, la voluntad de uno ejerce su poder inefablemente en la percepción de la felicidad. Cierto. Pero ahí ya no se trata de espontaneidad, sino de evolución: si tu racionalidad no se ve compensada con una mejora continuada, entenderá que se limita.

e.-El método disciplinario es la más libre y eficiente de las vías para dicha evolución constante; primero porque lo eliges tú, y segundo porque lo puedes planificar. Cierto. Y, además, no es óbice para que aparezca lo espontáneo, sólo que no reinará lo espontáneo por encima de uno mismo.

Así lo veo yo, que soy aparentemente un gran indisciplinado, pero que por dentro y por fuera voy llevando un orden, el mío, lógicamente, que me ayuda a llegar a lugares donde me he comprometido a llegar y saboreando el camino, que es básico…y espontáneo.

Un comentario de “De la planificación y la falsa ausencia de la espontaneidad

  1. Josep Sanvisens dice:

    Disciplina es hacer lo que debe hacerse en el momento en que deba hacerse.
    Si la tarea y el momento se ha elegido libremente y conscientemente, porque hemos decidido que era lo mejor para nosotros, tener disciplina nos producirá satisfacción, autoestima, y además éxitos y logros deseados.
    GRACIAS POR ESCRIBIR JOSE MANUEL

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