Uno de los mayores enemigos de la realización y el éxito es esa tendencia que solemos tener los seres humanos de compararnos constantemente con los demás. Tendemos a mirar a nuestro alrededor con la intención de encontrar precisamente esos ejemplos que hacen que nuestros logros parezcan insignificantes en relación a los conseguidos por otros. Y esa dinámica termina siendo totalmente desalentadora.
Pienso por un instante en la increíble cantidad de personas que fruto de esta dinámica han terminado incubando una falsa creencia de falta de valía para lograr sus sueños y aspiraciones. Por que lo triste es que no se dan cuenta de que en la mayoría de las ocasiones están comparando sus comienzos con los finales de los demás.
Y permíteme que me explique. Es muy frecuente caer en el error de comparar nuestros resultados cuando iniciamos la persecución de cualquier objetivo con los resultados de otras personas que ya tienen mucha experiencia o resultados en esas mismas áreas. De ese modo, es habitual encontrar por ejemplo al joven programador que compara sus resultados con los obtenidos por el fundador de Facebook, o el guitarrista que está comenzando que se compara con Mark Knopfler o el empresario que se compara con Amancio Ortega.
Cuando esos ejemplos sirven de inspiración, están cumpliendo su verdadera función: demostrarte lo que es posible lograr cuando uno pone en juego todo su máximo potencial. Pero cuando para lo único que sirven es para multiplicar en ti sentimientos de falta de valía o capacidad, sería mucho mejor que dejaras de fijarte en ellos y pasases a centrarte en tu propio crecimiento y evolución en relación a tu punto de partida.
Lo que muchas veces se nos pasa por alto es precisamente eso: estamos en una etapa del camino diferente, y por tanto no es comparable. Céntrate en dar lo mejor de ti mismo y en disfrutar todas y cada una de las etapas del camino. Y desde esa perspectiva toda la experiencia se transforma, y se empieza a ver como posible alcanzar cualquier altura que te atrevas a soñar.