En uno de los capítulos del libro El plan de los 50 días de José María Vicedo, se cuenta un experimento ciertamente ilustrativo.

El capítulo en sí habla de las relaciones personales, y más en concreto, referido a las amistades, de la importancia de rodearte de un grupo de personas de referencia. Cuenta que al final somos la media de las cinco personas con las que más tiempo pasamos y recomienda buscar amigos de calidad, persona positivas y con buena actitud, que de verdad nos aporten cosas positivas, de las que podamos aprender constantemente.

Y para ilustrar en negativo esta idea, el autor cuenta que los pescadores de langostas del Caribe utilizan un cubo de plástico para ponerlas una vez pescadas. La curiosidad viene porque únicamente precisan poner una tapa a ese cubo cuando colocan la primera langosta. Si no hicieren, escaparía. Sin embargo, cuando hay dos o más ejemplares no necesitan cubrir el cubo, pues cuando una de ellos intenta escapar, inmediatamente las demás se lo impiden y tiran de ellas hacia abajo con sus pinzas.

La metáfora es aplicable a las relaciones humanas y posiblemente te haya ocurrido. ¿Qué respuesta has tenido cuando has contado a tu entorno, un plan concreto que suponía introducir una mejora en tu vida? ¿Cuántas veces te has visto frenado por los demás? ¿Has tenido que escuchar frases como “eso que tú quieres es muy difícil”,  “no es por desanimarte, pero…” o simplemente “no lo vas a conseguir”?

Seguramente te ha ocurrido más de una vez. Tranquilo, no eres una excepción. Ocurre con frecuencia que las amistades que nos rodean no son las mejores para según qué cosas.

Las causas fundamentales son dos. Por un lado, que la mediocridad abunda; y por otro, que el mediocre no desea tu mejora, pues eso pondría al descubierto sus miserias, su anhelo por un logro similar para sí y su incapacidad para conseguirlo.

El ejemplo de las langostas recuerda al antagónico de la mosca que cayó en un vaso de leche. Atrapada y con las alas mojadas, el insecto se negó a aceptar su fatal desenlace y pasó a la acción. Empezó a mover sus patas y a batir sus alas con todas sus fuerzas. Así estuvo durante un buen rato, hasta que consiguió transformar la leche en nata. Así consiguió escapar.

De alguna manera, cada uno de nosotros estamos atrapados, bien en un cubo, bien en un vaso de leche. Y en esa circunstancias, más vale que tener más “amigos mosca” que “amigos langosta”

4 comentarios de ““Amigos langosta” o “amigos mosca”. Tú eliges

  1. Josep Sanvisens dice:

    Este tema es muy importante porque, tarde o temprano, si vamos detrás de un sueño apasionante para nosotros, habrá quien no lo comparta, quien no lo entienda, ni lo vea ni lo quiera ver. Puede que incluso sea alguien muy próximo a nosotros. A pesar de que se disguste esta persona (o personas). Creo que vale la pena que estemos preparados para ello i de forma calmada, amable, con amor si cabe, pero tambien con firmeza, seamos fieles a nuestro ideal.
    ¡GRACIAS MANUEL!

    • Manuel dice:

      Efectivamente, Josep. Creo que has puesto el dedo en la llaga. Muchas veces esas “personas langosta” pueden ser muy cercanas e incluso actuar de buena fe, pero el efecto acaba siendo el mismo. La clave es, como dices, saber reconocerlo y, sobre todo, estar preparados. Gracias por el comentario.

    • Manuel dice:

      Al batir tan rápido las alas y las patas, la mosca consiguió transformar el líquido (la leche) en sólido (nata).

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