Con esta máxima, con este juego de palabras que viene a rememorar las adivinanzas infantiles (“…amarillo por dentro, blanco por fuera, ¿qué es?”) quisiera poner el dedo en la llaga de estos tiempos que nos están tocando vivir.
Nuestra sociedad, mejor dicho, las sociedades actuales, y se salvan unos pocos honrosos casos en algunos lugares del planeta, están regidas por dirigentes que han equivocado el enfoque correcto de lo que significan sus puestos y entiendo que se debe a dos causas primeras:
1.-Su universo de acción, como se dice en publicidad, se limita a ellos mismos (dictadura) o a la gente que les rodea en sus partidos políticos o asociaciones de cualquier tipo (oligarquía), y aunque con sus necesarios y leales apoyos, los “mass media”, lo disfracen de mensajes y logros para todos, su verdadero interés no son los demás: son ellos mismos.
2.-La componente económica que dicho interés conlleva es tan alta que las ideologías en que se amparan y sus mecanismos, o sea el ejército (dictadura) o los partidos, sindicatos, fundaciones y asociaciones de todo pelaje (oligarquía), son los de auténticas empresas con una maquinaria muy cara de mantener, ya que son las empresas más grandes de cada lugar en el que existen, un hecho que corrompe el sistema por necesidad implícita de autoabastecimiento.
Nos encontramos, pues, ante un caso de perversión en el concepto de las responsabilidades que les atañen, todo y que, faltaría más, alguna función desempeñan en sus cargos y mantienen unos órdenes generales en dichas sociedades, bien por imposición (dictadura), bien por dejación y asunción de sus miembros (oligarquía), que creen que el sistema en el que viven es lo que ellos escogieron o por lo que lucharon sus ancestros.
Pero esa dinamita social procede, precisamente en el caso de las democracias y al que me gustaría referirme, por supuesto, de una deriva de la responsabilidad de todos las personas que conforman esa sociedad hacia unas instituciones que les han hecho creer que les facilitarán todo lo necesario de un modo paternalista, salvo quizás y curiosamente en USA, origen de las democracias modernas, y esas instituciones, a su vez, están dirigidas por los que se encuentran en los dos puntos predichos, por lo que la responsabilidad global se ha perdido en intereses concretos y es una paradoja inadmisible. Y ante eso, qué más da el libre mercado o la existencia de lobbies…
Espero que se entienda la necesidad imperiosa que hay de que cada cual asuma su responsabilidad personal y descargue al conjunto, salvo imposibilidad manifiesta (en la que el conjunto debe ayudar), sin esperar que la responsabilidad no le roce en aras de una felicidad prometida desde un falso poder que acabará fagocitándole en su propio beneficio mientras le adorna las ventanas con guirnaldas mentirosas.
Y si eso es necesario para todos, huelga decir en qué grado de responsabilidad deben moverse los que aspiran a ser los líderes de las sociedades, porque la verdadera responsabilidad conlleva honestidad y, en el caso del verdadero líder, la de pregonar con el propio ejemplo y la de darse a los demás.
¿Qué es…?