Aunque parezca mentira, hace 2.000 años ya se hablaba de claves y requisitos para emprender un negocio de éxito.
Uno de los sabios clásicos que lo hizo fue Séneca, que entendió que, antes de iniciar cualquier proyecto empresarial, era necesario analizarse uno mismo, después estudiar bien el negocio que se deseaba, y sobre todo, seleccionar a las personas correctas con las que llevarlo a cabo.
Resulta asombrosa la vigencia y utilidad de sus palabras literales, escritas hace más de veinte siglos:
1) Lo primero que cada uno ha de hacer es tantear su capacidad.
Muchos nos persuadimos a que tenemos fuerzas para llevar más carga de la que en efecto podemos.
Hay unos que en confian demasiado en su elocuencia; otros gravan su hacienda más de lo que deben; otros con ocupación laboriosa oprimen su enfermizo cuerpo. A unos impide la vergüenza para el manejo de negocios, que requieren osada frente, y en otros no es conveniente su terquedad.
Unos saben enfrentar la ira; y a otros cualquier indignación los enfurece, y algunos no saben poner límite a la graciosidad, ni abstenerse de peligrosas chocarrerías.
A todos éstos más seguro será el ocio que la ocupación.
2) Analizar las cosas que emprendemos, cotejándolas con nuestras fuerzas.
Siempre es conveniente sean mayores las fuerzas del que lleva que las de lo que ha de ser llevado, porque si éstas son mayores, oprimirán al llevador.
Debes considerar si tu naturaleza es más apta al despacho de negocios, o a estudios retirados y a contemplación. Y luego te has de encaminar a la parte donde te guía la fuerza de tu ingenio.
3) Hacer, finalmente, selección correcta de los hombres con los que emprender.
Hay que ver si son dignos de que en ellos empleemos parte de nuestra vida, o si les aprovecha nuestro tiempo. Hay algunos que nos hacen cargo de las buenas obras que voluntariamente les hicimos.
Hemos de elegir los compañeros tales que, en cuanto fuere posible, estén desnudos de deseos ocultos: porque los vicios entran solapados y después se extienden a todo lo que hallan. Por ello, conviene (como se hace en tiempos de pestilencia) que no nos sentemos junto a los cuerpos infectos y tocados de la enfermedad, porque,
atraeremos a nosotros los peligros, y con sola la comunicación vendremos a enfermar.
De tal manera debemos cuidar en elegir los talentos de los amigos con los que emprender, que sean sin tener la menor falta, porque suele ser origen de enfermedad mezclar lo sano con lo que no lo está.
Pero en esto no es mi intento decirte que no atraigas otros más que al sabio: porque ¿dónde has de hallar a éste, a quien todos los siglos hemos buscado?
Por bueno has de tener al que no es muy malo. Pero en este tiempo, en que hay tanta falta de buenos, hágase elección menos fastidiosa, y sobre todo, no se elijan hombres tristes, que todo lo lloran, sin que haya cosa alguna que no les sirva de motivo para quejas; y aunque éstos tengan fe y amor, es contrario al éxito del negocio el compañero que anda siempre triste y el que se lamenta de todo.”
La dirección de uno mismo en el plano personal y la dirección de una empresa en el plano profesional tienen muchísimos elementos en común, principalmen te la aplicación de valores. Por eso son válidas hoy las claves de Séneca de hace 2.000 años.
GRACIAS ORFEO
De hecho, Josep, nosotros lo entendemos como un todo. No encuentro diferencias sustanciales entre gobernar un negocio, por ejemplo, o gobernarse a uno mismo. Lo importante, como dices, es tener claro los valores, además del fin que se quiere conseguir. Gracias por el comentario.