Hace no mucho tiempo, el mundo entero ha podido ver el segundo gol de Messi al Bayer de Munich en el primer partido de una de las semifinales de la Champions League. Yo también he tenido esa suerte y ese deleite fubolístico. Tremendo, lleno de talento. Pero también de fuerza, velocidad, determinación, técnica y confianza en uno mismo. Y además, con el apoyo feroz e impagable de dos de sus compañeros, Rakitic y Dani Alves, en la recuperación del balón por esa banda derecha del equipo azulgrana. Pero sobretodo, valoro el conjunto de su partidazo, que fue de un nivel asombroso, para reflexionar sobre el talento. Es más, la verdadera dimensión de su talla como jugador me la da el completo estudio de toda su trayectoria, casi inigualable. Cualquier otra cosa podría ser tantear con la suerte y ahora hablamos de talento, que en sí es una suerte muy alejada de la suerte, en mi opinión.
Vamos a ver: ¿un gol como ese está al alcance de todos los jugadores? No. ¿Lo está de muchos o de algunos nada más? Pues de un buen número, pero a esa velocidad y esa precisión y con la tensión de un encuentro de ese nivel, en el que el defensa es un campeón del mundo, estaremos de acuerdo que de muy pocos, ¿verdad? Ahora bien, ¿quién ha hecho algo de similar genialidad cerca de veinte o treinta veces dentro de un campo de fútbol acabando en gol y al máximo nivel? Ahí ya sí que nos quedan sólo los dedos de las dos manos para contarlos en la historia…
Sirva esta introducción sobre el genio argentino del Barcelona para ilustrar cómo entiendo el talento, que sin duda es un don que permite ver al que lo tiene lo que otros no ven en igualdad de condiciones o lo que nadie ve, al margen de consideraciones, sobre el área de que se trate. Ese punto final diferenciador es el talento, que suele ser acompañado de muchos otros factores que se entrenan, que se pueden ejercitar y mejorar, como los que comenté al principio, por ejemplo, y de otras muchas personas que colaboran, en la mayoría de los casos de gran capacidad cuando hay resultados extraordinarios y, en el caso mentado, se hace evidente.
Pero la gran diferencia es que el talento se tiene, no se hace progresar pues está cerrado en sí mismo y abierto al mundo desde uno mismo, no es algo cuantitativo sino cualitativo. Y podría parecer a simple vista maravilloso y celebrable. Ahora bien, el talento no es nada sin nada en que se centre. Es un color especial del espectro que necesita también el lienzo, como cualquier otro color, para ser visto, y dependiendo de lo que sí se puede dominar por uno mismo con su sacrificio, trabajo, persistencia y propósito, así será de brillante y vívido ese resultado.
Que nadie dude de que sin un club de primer orden y una vida dedicada al deporte con la profesionalidad que merece, nadie conocería a Messi ni tendría condiciones para hacer lo que hace, a pesar de su talento innato.