“El individuo es el poder creador de diferencias”
Ortega y Gasset
La pleonexia es un concepto que se equipara al de codicia o avaricia y que se podría definir como el “apetito insaciable de bienes materiales”. Así lo indica su etimología, pues la palabra procede del griego y se podría traducir literalmente como “tengo mucho”.
La primera referencia al concepto que aparece en la Historia se atribuye a Platón y a Aristóteles. No en vano, más que de un concepto al uso, estamos hablando de un concepto filosófico al que ambos sabios clásicos atribuían la causa de todos los actos injustos del ser humano. Aquel que actuara injustamente estaba motivado muy probablemente por pleonexia o por su deseo de obtener algo material a cambio.
Varios siglos después, el concepto de pleonexia fue usado también por el Cristianismo. Son varios los pasajes del Nuevo Testamento (Lucas, 12 y Colosenses, 3) en los que pleonexia aparece equiparada al concepto de idolatría, ya que el individuo sustituye a Dios por el interés en las cosas materiales.
Tuvieron que pasar muchos siglos para que alguien construyera una connotación positiva del concepto de pleonexia y que aquí nos interesa destacar por lo que tiene de referencia a la idea de desarrollo personal.
Fue el filósofo español Ortega y Gasset quien en 1909, partiendo del concepto originario de Platón, definió pleonexia como “aumento” o “henchimiento”, pero no material, sino personal. Para el filósofo español “vivir es crecer ilimitadamente”, pues “cada vida es una oportunidad de expansión hasta el infinito”. En todo caso, los límites para ese crecimiento son impuestos desde fuera, por otros, pero no existen realmente para el individuo.
Según esta idea orteguiana, la pleonexia supone no anclarse plácidamente en lo que se es hoy. Se trata de no ser nunca conformista y andar siempre en busca de la mejora del individuo.
Como se podrá comprobar, el concepto tiene una vigencia y una fuerza extaordinaria. Seguramente hubiera sido firmado por los mejores gurús del desarrollo personal del momento. No debe extrañarnos. La filosofía, en general, encierra tesoros valiosísimos, la mayoría de ellos, pendientes de descubrir para el común de mortales. Tratar de descubrirlos puede ser una buena manera de destapar nuestra pleonexia. La positiva, claro.
Otega y Gasset yerra trágicamente.
Por el contrario, Lao-Tsé, da justo en el blanco.