Tenías menos de diez años e ibas andando camino del colegio. Durante la noche anterior había estado lloviendo y el suelo estaba mojado. Asías la mano de tu madre por el miedo a resbalar y caer al suelo. Al llegar hasta la puerta del colegio, su frase de despedida fue: “Lleva cuidado con los charcos que llevas los zapatos nuevos”.

Dicho y hecho. Nada más entrar al patio, se cruzó en tu camino un gran lago de casi un metro de diámetro. Aquello no era un charco, era un reto. Por un momento dudaste si variar el rumbo de tu camino, si evitarlo. Sin embargo, algo ocurrió entonces en tu pequeño cerebro ¿Y si lo intento saltar?

Sí, debías intentarlo. Diste unos pasos hacia atrás para coger carrerilla. Miraste desde lejos el gran charco y estabas convencido de que lo podías saltar. Lo ibas a saltar. Sería la primera vez que lo conseguirías y, a partir de ese momento, saltarías charcos mayores.

Sin embargo, justo antes de iniciar la carrera surgieron los miedos. “ ¿Y si no lo consigo?¿Y si caigo en mitad del charco? Mojaré mis zapatos nuevos  y mamá me reñirá… ensuciaré mi ropa y mis compañeros se burlarán de mí”.

Bajaste la cabeza y apartaste la mirada del charco, al que solo seguiste de reojo mientras lo rodeabas resignado. Era mejor no correr ningún riesgo, te dijiste.

Hoy, muchos años después te puede estar ocurriendo lo mismo. La vida te plantea retos, desafíos que asumes por voluntad o por necesidad. Sin embargo, justo antes de afrontarlos siempre surgen dos grandes enemigos: el miedo al fracaso y el miedo al rechazo.

Aquel niño de la historia decidió no asumir el reto de saltar el charco por el miedo al castigo de su madre y por el miedo al rechazo de sus compañeros. Hoy, varios años después, el adulto ha de decidir si asume los retos de la vida y vence esos miedos. Los mismos miedos.

2 comentarios de “Tus dos grandes enemigos

  1. Orfeo dice:

    Gracias, Josep. Tu comentario me ha recordado un gran post de José María que habla de los dos lobos, el bueno y el malo. Depende de nosotros a cuál alimentamos. Como dices, es más difícil alimentar al lobo bueno.

  2. Josep Sanvisens dice:

    Excelente Orfeo. Ante cada reto siempre hay una lucha interna entre las ganas de hacer y el monstruo ¿Y si…? seguido de un derivado del miedo.
    De esta lucha siempre gana el que nosotros alimentemos más. Lo que ocurre es que alimentar a las ganas de hacerlo requiere poner dedicación y esfuerzo por nuestra parte. El ¿Ysi…? con derivados del miedo, se alimenta muy facilmente, puede que incluso con el ambiente que nos rodea.
    GRACIAS ORFEO

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