«Esta es mi opinión y debes respetarla»

Probablemente esta es una de las frases que más se escuchan a diario. Y no solo en las tertulias de radio, televisión y demás medios de comunicación, sino también en la calle. Todo el mundo opina de todo y, además, debe ser respetado por ello.

La cuestión se ha agravado en los últimos tiempos como consecuencia de la popularización de internet. En la Red conviven sesudos artículos de opinión de verdaderos expertos en una materia, con las acotaciones que a pie de aquel hacen numerosas personas profanas, cuya única intención es dejar claro que su opinión es tan válida como la del autor.

Democratización del debate, lo llaman algunos; vulgarización, otros.

La confusión viene generada fundamentalmente por la mezcla combinada de varios conceptos.

En primer lugar, por no distinguir entre el derecho a tener una opinión y el derecho a que esa opinión sea respetada. Evidentemente todo el mundo puede tener una opinión (¡faltaría más!), pero eso no significa que todo el mundo tenga derecho a que esa opinión se respete.

Así por ejemplo, ante un problema de salud, podré escuchar la opinión (diagnóstico y tratamiento) de un médico, o bien la de un amigo abogado cuya buena intención se le supone, pero lego en cuestiones de la salud. Tendrá derecho a decirme su particular diagnóstico y el tratamiento, pero si lo que me ha dicho es una sandez, estoy en todo mi derecho de no respetar lo que me dice y, además, a hacérselo saber:

«Te quiero mucho, querido amigo, pero lo que has dicho es una estupidez que denota que no tienes ni idea de medicina».

La segunda confusión se produce por no distinguir adecuadamente entre el «quién» y el «qué«. Esto lo vivimos a diario. Cuando alguien da su opinión, percibe cualquier desaprobación como un ataque personal, como una afrenta, digámoslo así, a su capacidad como interlocutor.

Sin embargo, es preciso siempre discernir entre lo que dice y quién lo dice, dejando bien claro que se está en desacuerdo con lo que se ha dicho y no con quién lo ha dicho.

Y la tercera confusión que precisa aclaración es que tener opinión no es lo mismo que pensar. El pensamiento, sobre todo si está fundamentado, es fruto del estudio, de la experiencia o de la sabiduría. Únicamente siendo un experto en la materia, nos ganamos el derecho a participar en el debate. Siendo un experto es cuando se produce ese proceso interno de reflexión que constituye el pensamiento propio. Lo contrario, es decir, limitarse a repetir opiniones de otros escuchadas o leídas, por ejemplo, en la prensa, no aporta mucho al debate.

El problema de la participación en cualquier debate de personas no preparadas en la materia, es que no deja que aquel se desarrolle por los cauces deseables. Cuando se inicia un debate, el objetivo no es convencer ni mucho menos vencer; el fin último ha de ser la «búsqueda cooperativa de la verdad» que llamaba Sócrates. Todos los participantes han de hacer su aportación cualificada para que ese debate avance y al final sirva a todos para alcanzar algunas conclusiones. Si en ese intercambio dialéctico interviene alguna persona que desconoce el tema, el debate se ralentiza, se distrae o incluso no acaba en ningún lugar provechoso.

Por eso es tan importante que respetemos a todos los interlocutores, pero no a todas sus opiniones.

4 comentarios de “No todas las opiniones son respetables

  1. José dice:

    Veo muchos problemas prácticos en este enfoque. Cómo se decide y quién decide quién es un experto en cierta materia? Es seguro que una opinión que se ha leído o escuchado en otro lado no aporta «mucho» a una discusión? Cuánto es «mucho»?

  2. Ánimo dice:

    Me ha gustado su artículo, gracias. Personalmente, estoy saturado de los que usan el «es mi opinión» para difundir necedades o incluso calumniar.

  3. Josep Sanvisens dice:

    Me gusta la idea de manifestar el desacuerdo con lo que se ha dicho, sin por elllo estar en desacuerdo con quien lo ha dicho.
    Esta idea en un debate, si es utilizada por todos los participantes, permite poder dialogar en vez de discutir.
    ¡Gracias por escribir!

    • Manuel dice:

      Gracias, Josep. No es una idea políticamente correcta hoy día. Quizás sea por la falta de humildad o por la mal llamada «democratización» del debate que hace que todo confunda la libertad de opinar con el derecho de los demás a no tener en consideración dicha opinión, lo que no supone ninguna falta de respeto.

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