Eduardo Punset, en su libro “El viaje a la felicidad” (Ed. Destino, 209 págs.) trata de ayudar a responder a la eterna pregunta: ¿Es preferible fiarse de la cabeza más que del corazón?.
Lo hace explicando los dos canales de decisión que utilizamos. Y es que la decisión de elegir una profesión o tener hijos, no utiliza la misma vía que la decisión de echar a correr cuando se te aparece un tigre en mitad de la selva (o al menos, no es conveniente que se utilice la misma vía)
Este párrafo del capítulo 3 resume la idea:
«En términos menos populares, la neurociencia ha descubierto que existen dos canales de decisión: uno lento y preciso, y otro rápido y turbio.
La manera lenta pero precisa se basa esencialmente en la lógica, y la forma rápida y turbia en las emociones.
Son dos mecanismos del cerebro complementarios para tomar decisiones pero no antagónicos. Cuando es vital llegar a la respuesta correcta y se dispone de tiempo e información, se suele recurrir al método pausado y limpio de razonar las cosas. Aunque, el sistema emocional no se ausenta antes de que termine el proceso, ni mucho menos. En cambio, cuando el tiempo y la información son escasos y es perentoria la necesidad de tomar una decisión, se anticipan los sentimientos. La inusitada diferencia de este último caso con el anterior es la ausencia del mecanismo consciente».
Este otro del capítulo 4 completa la idea:
«Existen muchos más circuitos celulares que van desde la amígdala, gestora de las emociones, hacia el córtex prefrontal —responsable en mayor medida de las capacidades de razonar y planificar—, que al revés. Según Joseph Ledoux, las conexiones neuronales que van del córtex hacia la parte inferior de la amígdala están menos desarrolladas que en sentido contrario. De manera que las pasiones ejercen una influencia mayor sobre la morada de la razón que viceversa. Una vez se ha enchufado la emoción, resulta muy difícil desenchufarla mediante el pensamiento lógico. Por eso es tan complejo controlar nuestras emociones. Las admoniciones de «no fumes», «no te drogues», «no bebas demasiado» recorren un camino vecinal y tortuoso, mientras que los impulsos en busca de tabaco, bebida u otras drogas circulan por autopistas muy bien señalizadas. ¿Quiere decir que, además de incontrolables, las emociones son también azarosas o aleatorias? En absoluto. Si fuéramos plenamente conscientes de la naturaleza inconsciente de lo que los neurólogos llaman los marcadores somáticos, las emociones serían previsibles.»