En el texto «No ser hombre ejemplar» de su obra «El espectador», Ortega y Gasset reflexiona sobre el tema del liderazgo, al que define como «la excelencia, la superioridad de cierto individuo que produce en otros, automáticamente, una atracción, un impulso de adhesión, de secuacidad»
Según Ortega, la cualidad fundamental que ha de tener todo buen líder es la EJEMPLARIDAD auténtica, que ha de distinguirse de la ejemplaridad aparente:
«Ha de parecerme forzosamente que cuando un hombre llega a ser ejemplar en algo alcanza lo más alto que al hombre le es permitido. Pero toda potencia del hombre trae consigo un vicio en que aquélla se desvirtúa y se falsifica. Frente a la auténtica ejemplaridad hay una ejemplaridad ficticia e inane.
Una y otra se diferencian, por lo pronto, en que el hombre verdaderamente ejemplar no se propone nunca serlo.
Obedeciendo a una profunda exigencia de su organismo, se entrega apasionadamente al ejercicio de una actividad -la caza o la guerra, el amor al prójimo o la ciencia, la religiosidad o el arte. En esta entrega inmediata, directa, espontánea a una labor consigue cierto grado de perfección, y entonces, sin que él se lo proponga, como una consecuencia imprevista, resulta ser ejemplar para otros hombres.
En el falso ejemplar la trayectoria espiritual es de dirección opuesta. Se propone directamente ser ejemplar; en qué y cómo es cuestión secundaria que luego procurará resolver. No le interesa labor alguna determinada; no siente en nada apetito de perfección. Lo que le atrae, lo que ambiciona es ese efecto social de la perfección -la ejemplaridad. No quiere ser gran cazador o guerrero, ni bueno, ni sabio, ni santo. No quiere, en rigor, ser nada en sí mismo. Quiere ser, para los demás, en los ojos ajenos, la norma y el modelo.
No advierte la contradicción que en este propósito hay. Porque la ejemplaridad es un resultado automático y como mecánico de alguna perfección, y ésta no se consigue si no existe un frenético amor y apasionada entrega a una labor determinada. Al proponerse, desde luego, aquélla, desvía su persona del entusiasmo ingenuo hacia toda actividad concreta y se queda con la mera forma de una realidad que sólo se realiza mediante algún contenido. De aquí otra diferencia radical entre ambas suertes de ejemplaridad. El buen ejemplar no puede serlo si no es fecundo, creador de algo. E mal ejemplar no crea nada positivo y valioso. No es verdaderamente hábil, ni sabio, ni siquiera bueno. El que se propone ser bueno a los ojos de los demás no lo es en verdad. Véase cómo el propósito de ser ejemplar es, en su esencia misma, una inmoralidad»
Has descrito muy bien dos tipos de dirigentes:
-El lider, que se dedica a servir más que a mandar, al que su equipo le sigue por convicción.
-El jefe, que manda por tener un rango superior, al que su equipo obedece por obligación o miedo.
GRACIAS ORFEO
Lo has sintetizado muy bien, Josep. Si lo pensamos, la dicotomía convicción vs. miedo se nos plantea a todos cada día. Desde el ejemplo más simple que puede simbolizar el momento en el que suena el despertador. Hay quién se levanta inmediatamente CONVENCIDO de que le espera un día apasionante en el que se va a acercar un poquito más a la vida de sus sueños; y hay quién deja que el despertador suene varias veces y se levanta cuando siente el MIEDO a llegar tarde al trabajo. Es un ejemplo tonto, pero muy ilustrativo. Gracias por el comentario.