Fue una discusión infantil entre hermanos. Todo empezó por el sonido de una campanilla de procedencia desconocida. Era de noche y el sonido se oyó nítidamente en toda la casa. Nadie sabía su origen, pero Mimi lo tuvo claro:
“¡Han sido las hadas, mamá! ¡Han sido las hadas que han venido a verme!”
Enrique, incrédulo y burlón, intentaba imponer la racionalidad de sus 11 años:
“No digas tonterías, enana. Las hadas no existen”
Ella dudó. No contestó. Se fue a la cama pensativa.
Cuando su madre se acercó a darle el beso de buenas noches, ella le susurró al oído:
“Yo creo que han sido las hadas, Mami. Han venido a casa para estar conmigo.”
Su madre la miraba y se le iluminaba el rostro. Cuando tenía la edad de su hija, 9 años, ella también creía en las hadas. Soñaba con ellas. A menudo también las escuchaba, incluso una vez creyó ver a una en mitad de la noche. Su vida entonces era puro sueño e ilusión. Sueños de felicidad. Ilusión por el mañana.
Luego se hizo mayor y dejó de creer. También dejó de soñar. Y precisamente a partir de ahí cambió todo. Para mal. La ilusión se esfumó y, con ella, la búsqueda de la felicidad. El mañana llegó y trajo consigo muchos miedos.
Mientras miraba como su hija cerraba los ojos, le dijo: “Jamás dejes de soñar, amor mío”. Allí, sentada en la camita, recordó lo aprendido en la escuela. Recordó el irreconciliable debate entre racionalidad y pasión. Vino a su mente la frase de aquel viejo profesor de filosofía, que les decía que la razón no era lo que había hecho avanzar a la humanidad, sino el idealismo. Que la ciencia había ayudado, pero lo que en realidad había cambiado el mundo era la fe, los sueños.
Ella tuvo sueños. Luego los abandonó y lo pasó mal.
Sin embargo, ahora los está recuperando. Afortunadamente ahora vuelve a vivir con ilusión, disfruta el presente y se emociona visualizando sus sueños.
A la mañana siguiente, cuando Mimi se despertó, encontró en su mesita de noche una nota manuscrita que decía:
“Las hadas siempre te protegeremos”
Me alegra especialmente este comentario, Josep. Efectivamente, lo que nos diferencia de los animales es nuestra capacidad de soñar y el ejemplo de los locos que acaban siendo genios es un buen ejemplo. La historia que ilustra el post es real y me gustaría que hubieras visto la cara de Mimi el día de Reyes. Gracias por tu comentario.
Las hadas existen si de verdad creemos que existen.
Los autores de grandes sueños y fantasias, primero se han calificado de locos, después de genios.
Me gusta pensar que no hay sueños ni fantasias imposibles, simplemente hay sueños y fantasias que no se han realizado…todavia.
GRACIAS ORFEO