Andaba trabajando hace unos días sin respiro, de visita en visita, cuando decidí parar durante un trayecto y bajar, con uno de mis colaboradores principales, hasta una pequeña cala de la costa para descansar cinco minutos escuchando el romper de las olas, que tanto me relaja siempre desde adolescente. Ese pétreo espacio se ha ido definiendo en el tiempo como una salida natural del agua de lluvia, es la desembocadura de una riera que llena la playa de guijarros y restos erosionados, pero que mantiene una belleza serena que no te remite a su violento origen mientras vas bajando hasta el nivel del mar.
Una vez allí, tras unas cuantas inspiraciones impagables en el silencio interior en que te recoge el agua ondulada, mi compañero cogió una piedra de entre todas las que pisábamos, que era de otro color, y me dijo: “…mira cómo la naturaleza puede hacer algo tan bonito con un ladrillo.”
Su tacto, su forma, su historia y aquel momento tan especial me revelaron instantáneamente un secreto fabuloso, supe de inmediato que todo mejora con el paso del tiempo, que todo aquello que pensamos decrépito e inservible, contando a los seres humanos en primera instancia, está en proceso de redefinición hacia algo aún mejor. En nuestro caso, quizás haya que entender a la humanidad como un conjunto. Pero fue una sensación maravillosa el constatar que las fuerzas de la naturaleza moldean sin parar las cosas, y que un ladrillo que se ha ido desfigurando desde un más que posible deterioro de una vivienda ya sin uso, ya inexistente, hasta formar parte del tapiz de una playa rocosa, o ser una escultura atractiva ahora en mi mesa, o ha llegado allí para explicarme ese día la verdad del cosmos.
Me encantó sentirme en comunión con Todo al apretar el sedoso despojo varias veces, y pensé después que mi obligación era transcribirlo para uso y disfrute de quien pudiera leer esto, para tranquilidad de tantas almas sin saciar que muchas veces, como yo, olvidan estresadas lo importante. A todas os digo que he encontrado el centro rojo del mundo y lo he tenido en mis manos. Que todo está bien y sólo va a ir a mejor, hagamos lo que hagamos y aunque parezca tantas veces lo contrario; es únicamente que todavía no captamos el proceso de erosión de muchos estratos de la realidad ni comprendemos hacia dónde apunta.
Sí podemos ayudar a mejorar la mejora continua, sí podemos ser conscientes de que se disfruta más navegando a favor del perenne viento que procede del habla de la Inteligencia Infinita, como decía el gran Napoleon Hill, que pertrechándonos en posiciones más alejadas de lo fácil, más alejadas de producir, más alejadas de ayudar, más lejas de dar. Eso lo vi claro y lo seguiré meditando, pues me he traído la piedra conmigo para acordarme de que fue arcilla, luego una parte de un muro de una casa y ahora mi pisapapeles favorito, el que me cuenta la Historia cuando lo necesito o me canta el susurro del océano para relajarme.
Creo que se dieron varios factores importantes: El entorno natural, el sonido del mar, los 5 minutos de descanso, el silencio y sobre todo tu apertura interior José Manuel, tu capacidad de «vivir» aquel momento en aquel presente. Diria que supiste conectar con tu SER.
¡GRACIAS! Por compartir tan bonita experiéncia.