Dando cuenta de un extraordinario gazpacho manchego con buenos amigos, surgió el debate. Era un tema banal, pero lo que me llamó la atención fue el comentario sentenciador de uno de ellos:
«Eso que dices no es verdad. Aquí somos mayoría los que pensamos lo contrario»
Más que pensativo, quedé estupefacto. Tratando de refutarlo, asaltó a mi mente otra reflexión: «La cantidad ha sustituido a la calidad», dijo el filósofo, matemático y masón francés René Guénon, autor del libro «El reino de la cantidad y el signo de los tiempos».
Ya repuesto, solo atisbé a contestar:
«La mitad más uno no es la verdad»
Ahí quedó el debate. Pero en los días siguientes mi mente seguía dándole vueltas al arrojadizo argumento de «lo que dice la mayoría es la verdad y lo mejor».
Caí en la cuenta de que vivimos en una especie de «dictadura de la mayoría». Se ha santificado un sistema que solo sirve para buscar el consenso cuando hay opiniones divergentes, hasta el punto que sirve para sustituir a la verdad.
Si entendemos la justicia como la búsqueda de la verdad, lo que diga la mitad más uno no puede ser la verdad; es solamente eso, la mitad más uno. Porque la justicia no es lo que conviene al que la imparte, ni incluso tampoco lo que favorece a la mayoría. Eso es una perversión dialéctica propia de la época sofista que padeemos. La justicia es la trascendental aventura de descubrir la verdad de las cosas. Y esta puede encontrarse radicalmente enfrente de lo que opine el 99% restante.
Hemos adoptado como un credo inatacable que el mejor sistema es el de la mitad más uno, es decir, que lo que elija la mayoría es lo mejor
Sin embargo, en realidad, la toma de decisiones por mayoría no rige en nuestra vida cotidiana. Ni en la familia ni en la empresa. Nadie somete a votación de todos los miembros de una familia (niños incluidos) la decisión de tener un nuevo hijo o comprar una casa en la playa; la toman los padres fundamentalmente y, en todo caso, lo consultan a posteriori con sus hijos. Tampoco en la empresa. Ningún empresario hace una votación entre todos sus empleados para decidir si vende activos importantes de la compañía o si acomete un plan de internacionalización. Y así podríamos citar más ámbitos privados de nuestro día a día en el que se deja la decisión en manos de quien más entiende de la cuestión dentro de cualquier grupo humano.
No es objeto de este blog hacer soflamas políticas. Únicamente queríamos invitar a una reflexión sobre la generalizada contradicción entre la verdad y «lo que dice la mayoría que es verdad».
El tema es más relevante de lo que parece. De hecho, la conclusión última que alcanzó Guénon en 1.945 en El reino de la cantidad y los signos de los tiempos es que la condición del mundo moderno testimonia el fin del ciclo actual de la humanidad.
Veremos lo que sucede.
Quizás lo más correcto seria decir que «en este grupo» o en «esta región» e incluso «en esta cultura», la mayoria de miembros, o la mitad más uno, creen que… Pero que eso que creen sea la verdad es mucho suponer, porqué puede ser una verdad parcial, porqué la verdad es relativa, porqué la verdad también cambia etc.
Las vacas en la Índia son sagradas ¿Es verdad? Allí si, en otras partes del mundo no. Es solo un ejemplo.
GRACIAS MANUEL.
Buena metáfora, Josep, y mejor precisión. Efectivamente, es en determinados grupos sociales donde se concretan esas verdades absolutas. Lo relevante es estudiar el proceso de conformación de esa verdad, es decir, ¿qué pasos sigue una teoría dentro de un grupo humano hasta convertirse en dogma?