“Hay mucho que saber, y es poco el vivir” –Gracián
Corría el siglo III a.C. cuando Alejandro Magno fundó la ciudad de Alejandría, para convertirla en la gran capital del nuevo reino egipcio. Pronto se convirtió en una de las ciudades más prósperas del Mediterráneo, especialmente gracias a su puerto marítimo, punto de encuentro en las rutas marítimas mercantiles de la época.
Sin embargo, Alejandro supo que la abundancia económica no serviría de nada si no iba acompañada del correspondiente esplendor cultural y científico. Para ello, el gran faraón debía convertir a Alejandría en un centro mundial del pensamiento.
Y trazó un plan. En primer lugar, buscó un modelo a seguir, una civilización que hubiera dedicado tanto o más tiempo al arte, a la cultura y a la ciencia, como a la búsqueda de la riqueza. Y lo tuvo fácil. Alejandro Magno fue discípulo de Aristóteles, bajo cuya tutela fue puesto a los 13 años, por lo que no sólo fue un aguerrido conquistador, sino también un hombre cultivado y apasionado por el conocimiento. Por tanto, Grecia y el mundo heleno iba ser su referente.
A continuación determinó que la mejor manera de atraer hasta la nueva ciudad a las mentes más privilegiadas del mundo conocido, era construir una institución de enseñanza que fuera la referencia, la cuna del pensamiento. Así nació la Biblioteca Real de Alejandría, la primera universidad del mundo.
Alejandro Magno murió antes de ver culminada su gran obra. Pese a ello, gracias a uno de sus generales, Tolomeo I, la Biblioteca de Alejandría se convirtió en un centro mundial de investigación y diálogo, entre cuyos eruditos se encontraban el matemático Arquímedes y el poeta Apolonio. Allí se debatían principios médicos y científicos, así como cuestiones de filosofía, literatura y administración política. Como biblioteca llegó a convertirse en la más grande del mundo, con 900.000 manuscritos.
Los grandes buques que llegaban al famoso puerto de Alejandría puerto de Alejandría cargados de mercancías diversas eran inspeccionados por la guardia, tanto en busca de contrabando como de textos. Cuando encontraban algún rollo, lo confiscaban y lo llevaban en depósito a la Biblioteca, donde los amanuenses se encargaban de copiarlo. Una vez hecha esta labor, el rollo era generalmente devuelto a sus dueños. El valor de estas copias era altísimo y muy estimado. La Biblioteca de Alejandría llegó a ser la depositaria de las copias de todos los libros del mundo antiguo. Allí fue donde realmente se llevó a cabo por primera vez el arte de la edición crítica.
Alejandro Magno, que había estudiado con Aristóteles moral, poesía, biología, drama, lógica y estética, fue el hombre más rico y poderoso del mundo. Aun así, tuvo un sueño: que su legado no fuera un símbolo de poder o riqueza, sino de cultura.
Ese sueño se hizo realidad varias décadas después de su muerte, pero fue él quien tuvo el sueño.
Llegue hasta aquí soñando, como muchos, como el mismo Alejandro Magno, cuyo legado se mantiene vivo hasta nuestro tiempo, creo que la principal razón es que aún existe la magia dentro del ser humano, todavía nuestra raza vale la pena.
Qué sería del presente si la antigua Universidad de Alejandría no hubiese sido destruida?
En el siglo III a.C. Alejandro Magno supo que la abundáncia económica no servia de nada, si no iba acompañada del correspondiente esplendor cultural y científico.
Me pregunto si las personas que hoy tienen el poder económico mantienen esta idea. Por desgracia opino que todos no. No se vulnerarian derechos humanos, ni contaminaríamos el planeta.
GRACIAS ORFEO
Tú mismo has contestado a tu pregunta, Josep. Y estoy totalmente de acuerdo contigo.
Parece como si no hubiéramos aprendido nada de las mejores lecciones que nos ha dado la Historia. Claro que, como siempre, seguro que la responsabilidad no es de quien ostenta el poder, sino de quienes hemos dejado que lo ostenten. Gracias por el comentario.