He participado en varios debates, últimamente, con la razón de ser de los objetos físicos frente a los digitales como telón de fondo (digital vs físico), en un mundo en el que las condiciones económicas de producción están barajando constantemente la erradicación de muchos de los cosificados versus sus iguales informáticos.
En un caso muy concreto, en el de los medios de comunicación y la lectura en general, es decir, libros o revistas, ha sido más intenso dicho reflexionar por cuanto nos acontecerá en breve (estamos valorando el desarrollo más profundo de nuestra revista) y nos incumbe como grupo, ya que MÁXIMO POTENCIAL edita libros en papel y en digital.
Quisiera desde este foro hacer un alegato positivo a la razón última por la que pienso que será muy difícil erradicar del mercado los objetos reales en ese campo. El ser humano, en cuanto a ser en el mundo, establece con su entorno una serie de relaciones que van desde las necesidades físicas más básicas hasta las conceptuales y espirituales más transcendentales e intangibles, pero entre todas ellas, existen unas ineludibles que hacen de soporte para las unas y las otras y, además, las cosen en un todo vívido: las relaciones afectivas.
Si son evidentes con los otros seres humanos, también se hacen patentes en los diversos componentes del hábitat. ¿No es cierto que los espacios definidos por unos tabiques determinados, con un color determinado y con unos objetos de decoración y unas vistas concretos se nos hermanan de tal manera al alma con su uso que les llegamos a llamar hogar? En esa senda de pensamiento, es bien cierto que todo un nuevo mundo más inestable y acelerado se está enfocando en los aparatos tecnológicos y, quizás, en un futuro llegue a ser igual de valorado por nuestros descendientes un PC o una “tablet” o un dispositivo móvil que un lugar o un objeto concreto, con medida, peso y características formales únicas, pero yo lo dudo…
Creo firmemente en que se hace necesario, y repito, necesario, para el ser humano la constatación particular que deriva en la afectividad. Puedo sentir un amor general por algo, pero para quererte, a ti en particular, debo conocerte, aislarte del grupo y consolidarte en una realidad tangible y reconocible por mí, un lugar común al que todos mis vectores confluyan hasta sentir afecto, que cualquier cosa que te suceda me afecte.
Y ahí radica el por qué pienso que nunca se perderán los libros o las revistas en papel, porque después de la fiebre tecnológica que nos inunda (y para bien con toda seguridad, que conste), la esencia de nuestra naturaleza tenderá ineludiblemente a reponerse y a buscar la corporeidad que nos define. Afirmo que entonces, los que hayamos mantenido ese valor táctil con mucho esfuerzo, veremos recompensado el trabajo.
(*) Fotografía : goXunuReviews (Flickr)