Andre Agassi es sin duda uno de los mejores tenistas de la historia de este deporte.  Ganador de ocho torneos de Grand Slam, ocupó varias veces el número uno del ranking mundial durante la década de los noventa.

Lo que poca gente conoce (o conocía hasta la reciente publicación de sus memorias) es la apasionante y convulsa biografía de este gran campeón.

Su padre, un emigrante iraní en EE.UU. que llegó a ser boxeador olímpico por su país, se obsesionó con la idea de que su hijo se convirtiera en tenista profesional y llegase al número uno del ranking mundial. Su exigencia y sus formas, marcaron desde niño a Andre, que pasó su primeros años más pendiente de complacer al padre que de sus propios deseos.

Posteriormente, fueron los métodos y la disciplina casi militar de la Academia Bollettieri de Florida, la que dejaron la impronta en aquel adolescente que había dejado su casa para vivir por y para el tenis.

Paralelamente a sus primeros éxitos deportivos, Agassi fue desarrollando una actitud rebelde que exteriorizaba especialmente en su imagen. Dejó crecer su pelo hasta poder hacerse una cresta que decoloró, se colocó pendientes en las orejas y empezó a jugar con pantalones vaqueros. Su «look» era entendido por los demás como una forma de llamar la atención; y no iban desencaminados, pues años después confesó que se trataba de una manera de que los rivales, los profesores, la prensa se quedara en la imagen externa y no se fijara en su interior, en su tormentosa «psique», como él dice,

Sea por la educación paterna, por la exigencia de la Academia, por la infancia perdida, el caso es que, pese a los triunfos, Andre Agassi vivía preso de los miedos y las dudas. Su perfeccionismo le llevaba a sentir pánico a la derrota, a que la pelota no obedeciera sus órdenes. Pero el mayor padecimiento se lo producía el hecho de no responder a las expectativas del público, de la prensa, de su padre, de sus entrenadores. Temía las críticas de los demás.

Quizás el ejemplo más visible de todos estos miedos lo representa un hecho inaudito en un deportista de élite y que desveló algún tiempo después. Le aterraba tanto perder esa imagen que había construido que, cuando empezó a tener problemas de caída de cabello, decidió usar una peluca… ¡incluso para jugar sus partidos! Y así, con un cabello postizo bien sujeto a su cuero cabelludo, estuvo compitiendo durante un tiempo.

Todo iba bien en lo deportivo y, por fin, en el año 1990 accede a su primera final de un Grand Slam. La oportunidad era inmejorable para cumplir el sueño de su vida: ganar Roland Garros con tan solo 20 años. Había completado un torneo brillante, era la sensación de aquella edición del tornero parisino, especialmente tras eliminar en semifinales al gran favorito, Michael Chang, una de sus bestias negras en los últimos años. Su rival en la final era el ecuatoriano Gómez, un jugador de 30 años con un nivel muy inferior al suyo.

Sin embargo, en la noche previa al gran partido ocurrió lo que él mismo denominó «una catástrofe». Tras haberla lavado con un champú indebido, la peluca empezó a perder su pelo. Horrorizado vio como la malla que hacía de cuero cabelludo se desintegraba y los cabellos se pegaban a sus manos. Mandó a su hermano a que buscase horquillas por todo París, hasta que pudieron recomponer el postizo mechón a mechón, casi pelo a pelo.

En un momento dado se planteó desvelar su secreto mejor guardado y aparecer en la pista sin la peluca. Lo descartó de inmediato. «Después de meses de críticas y burlas por parte del público y la prensa sobre mi aspecto, me siento cohibido, inseguro» se dijo. Sus miedos pudieron con él y esa noche empezó a perder el partido.

Efectivamente, al día siguiente, todavía con el susto en el cuerpo y pendiente de que su postizo remendado aguantara en su cabeza, salió a la pista central de Roland Garros. Agassi estaba descentrado y sucumbió en cuatro rápidos sets. Había perdido la oportunidad de alzarse con su primer torneo de Grand Slam.

Poco tiempo después, empujado por esta terrible lucha entre lo que los demás esperaban de él y lo que de verdad deseaba hacer, Andre Agassi reflexionaba:

«Pienso en todo el dolor que me ha causado mi pelo, en la incomodidad de los postizos, en la hipocresía, en el fingimiento, en el engaño…Tal vez no sea una idea loca librarme de los postizos y desvelar mi secreto. Quizás sea el primer paso hacia la cordura»

Ese mismo día y delante de varios amigos y familiares que convocó a una cena en casa, confesó su secreto y rapó toda su cabeza al cero.

Obviamente no fue por la liberación de jugar sin peluca. Seguramente influyó más en su juego el cambio de entrenador y también de preparador físico. Pero ese mismo año, Andre Agassi alcanzó por primera vez en su vida el número uno del ranking mundial.

2 comentarios de “Evita la negatividad de comportarte como los demás esperan. La historia de la peluca de Andre Agassi

  1. Vicente Gómez dice:

    Sin duda una biografía maravillosa, pero todavía lo es más si amas el deporte y, en concreto, el tenis. Se relata en el libro, también, entre muchas otras cosas, la búsqueda incesante del perfeccionismo por parte de Agassy. Sin duda la guía de un buen entrenador como lo fue Brad Gilbert, le ayudó mucho en convivir con el hecho de que buscar la perfección no es malo, si asumes que es inalcanzable.

  2. Josep Sanvisens dice:

    Desconocia este relato de Andre Agassi. ¡Que gran lección!
    – Valemos por ser tal como somos, no por ser como creemos que a los demás les gustaríamos.
    – También los grandes son humanos que tienen miedos. La diferéncia está en que «hacen», pasan a la acción, a pesar del miedo.
    GRACIAS ORFEO

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