El concepto de “inacción inquieta” se podría asemejar al de intensa actividad estéril.
Fue creado por Séneca (Córdoba, 4 a.C. – 65) para referirse a la tendencia que se da en muchas personas de esforzarse por cosas vanas, que no le sirven para nada en su vida.
Hablaba el clásico hispano-romano de que hay muchas personas que “deambulan por la vida sin rumbo, buscando ocupaciones, y no llevan a cabo lo que planean sino aquello con lo que se van topando. Su recorrido es inconsciente y estéril como el de las hormigas cuando trepan por los arbustos, que se suben hasta lo más alto de la copa y luego bajan vacías. La mayoría de los hombres llevan una vida semejante a la de estas hormigas”.
Para Séneca, una de las claves para alcanzar la felicidad era…es evitar las tareas estériles. Nada genera más intranquilidad de ánimo que estar siempre ocupado con cosas inútiles.
“De algunos, que corren como si fuesen a apagar fuego, sentirás lástima: hasta tal punto atropellan a aquellos con los que tropiezan, haciéndolos caer o cayéndose ellos mismo, cuando durante ese tiempo han estado corriendo para saludar a alguien que no les devolverá el saludo, o para acompañar el cortejo fúnebre de algún desconocido, o acudir al juicio de uno que siempre anda en pleitos, o a la boda de alguna que se casa muchas veces; luego, cuando regresan a su casa con un cansancio estéril, juran que ni ellos mismos saben por qué salieron, ni donde han estado, dispuestos al día siguiente a deambular por los mismos pasos.”
En su lugar, según el sabio clásico, había que dedicarse a aquellos menesteres útiles, que resultaran provechosos, que aportasen algo a la vida de cada uno.
¿Y cuáles eran esas tareas útiles? ¿Cómo determinar qué actividad nos puede resultar provechosa en nuestra vida?
La respuesta también la aporta Séneca:
“Todo esfuerzo debe referirse a una meta, debe dirigirse a un objetivo”
Resulta familiar escuchar esto porque en el blog hemos hablado muchas veces de la necesidad de establecer objetivos en la vida; y al mismo tiempo resulta sorprendente, porque hace dos mil años ya se hablaba de ello.
Por algo será.