(En honor a la deuda que contraje en mi primer post de esta temporada y en un tono introrrealista como personal homenaje al gran poeta gaditano Carlos Edmundo d’Ory, fallecido no hace mucho, al que se lo debía)
Cuando sople muy fuerte y nuestras fuerzas se deshagan como terrones en la infusión,
cuando el remolino dedique su giro a nuestro entorno y ruja la marabunta de nuestra huida,
cuando después de la infinita lucha se resquebrajen el palo mayor y la caña del timón,
entonces habrá de calmarse el alma de los hombres y volver a las cuevas del druida
para mejor amarse.
Cuando sople muy fuerte, con la codicia interna que alimenta a la sórdida destrucción,
cuando la pena baraje sus cartas como si no tuviera intención de relajarse en vida,
cuando se permita al transeúnte divagar sin gracia, horizonte, su vertical y su pasión,
serán días de concilio abisal y permisos de armas nuevas que reflotarán la nave perdida
al pasar el vendaval.
Cuando sople muy fuerte…
¡una promesa contigo será tu suerte!