Desde hace unas semanas, uno de las temáticas sobre la que hemos centrado nuestra investigación los miembros del grupo es en el legendario y mítico mundo medieval de las Cruzadas y sus órdenes religioso-militares, concretamente en la Orden del Temple.
Sirva este escrito de agradecimiento a la sensacional velada que tuvimos a bien compartir con D. Eduardo Silva, ya amigo común y un verdadero experto en el tema que catalizó con su saber nuestro interés por los secretos que albergaron aquellos guerreros tan peculiares en su defensa del camino a Tierra Santa y el intento por conquistarla.
Después de unos cuantos libros y otros tantos artículos, así como alguna noche enfebrecida de búsqueda de datos en la red, empiezo a vislumbrar que aquellos hombres visionarios, que respetaban todas las religiones, a todo el saber existente en las diferentes culturas y a todos los hombres, debieron sufrir una catarsis importante fruto de dicha mezcolanza social vivida en el Jerusalén de la época, resultado de la cual comenzaron a ver el mundo de otra manera, más abierta que en el epicentro católico de Roma, a quien debían, en principio, obediencia y a cuyos Papas ayudaron económica y políticamente tanto, aún así.
Si tuviera que escoger alguna definición para su particular Grial, para su gran secreto sagrado, creo que fueron hombres prerrenacentistas, hombres sabios que sin dejar de lado su fe antepusieron al hombre en sí como base de todo comportamiento, más allá de las propias imposiciones que la norma de su orden les impusiera, su código social o sus propias creencias, pues al tiempo que guerreros eran monjes, por así decirlo.
Y ahí, en ese punto, fue donde fecundó la nobleza de espíritu que tanto les hizo destacar entre los demás caballeros, un comportamiento ejemplar en todas las facetas de la vida basado en un conocimiento profundo del bien, por encima de cualquier creencia, un éxito ético y moral que les llevó, al tiempo, hasta las más altas cotas económicas y de poder en su época, más fuertes que reinados y papados, y que tan sólo pudieron ser eliminados del mapa político del Medievo por una falsa acusación religiosa, curiosamente.
Me encanta pensar en su imagen de referencia: dos hombres, dos guerreros compartiendo el mismo caballo. El hombre con el hombre. Ayudándonos, compartiendo lo más preciado, en buena lid contra el mal. En definitiva, fueron adalides de la nobleza del espíritu del hombre y eso es más que suficiente para justificar toda la trascendencia que han tenido. Sé que hay más versiones, pero ésta es la que más me gusta, y os invito a que buceéis en el mundo templario, entre la historia y el mito, pues merece la pena.
¡Quisiera ser un templario de hoy…! ¿Cómo serían?
(*) Foto : Baturix (Flickr)
¡Bien! por resaltar puntos de vista muy interesantes sobre esta Orden que, al menos yo, y creo que muchas personas, tenemos en total olvido por no decir ignoráncia.
Me has despertado las ganas de, como dices, bucear sobre el mito y nunca mejor dicho lo de mito, porqué los envuelve una capa de misterio positivo por su saber y su hacer, lo cual justifica tu pregunta. ¿Como serian y que harian hoy?
GRACIAS POR ESCRIBIR