Los niños. ¡Menos mal que todos somos niños! Y digo somos, que no hemos sido, como a primera vista pudiéramos ver y que suele ser creencia generalizada.
Cuando uno ha cursado unos estudios de medicina, por ejemplo, obtiene finalmente su título y su diploma acreditativos por los que nunca más dejará de serlo a todos los efectos legales y, salvo que no le de continuidad alguna a su desempeño laboral y acabe por dedicarse a otra cosa durante mucho tiempo, olvidando todo lo aprendido y sin experiencia acumulada de ninguna clase, seguirá siéndolo realmente. Eso mismo pienso que sucede con la niñez.
Siempre hemos oído decir que la inocencia de los críos es lo más puro que tendremos los seres humanos jamás y qué gran verdad, pero la otra punta de la cuerda de la infancia es la imaginación y es igual de importante… ¡o más! Si la inocencia conlleva la falta de prejuicios, la fantasía de los niños es la semilla de la imaginación madura.
En qué momento las dejamos de lado y por qué necesitaría tomos enteros de verdaderos especialistas, pero mi sugerencia de hoy es que desenterremos un pasado que nos pertenece y que ha sido maravilloso para todos, salvo en desgraciadas situaciones que no debieran ocurrir nunca, y lo aprovechemos. Tenemos esos “títulos” y esos “diplomas” y dejamos que pase la vida sin ejercer de niños, sin aprovechar los dones más importantes con los que hemos sido agraciados.
¿Os imagináis (vayamos ensayando, señores…) que hubiéremos seguido entrenándonos en la transigencia y en los sueños? ¿En la capacidad de adaptación y disfrute de y en cualquier situación que se nos presentase, como a los pequeños a cada instante? ¿O continuar desarrollando el increíble poder de asimilación que tienen ante la novedad que les sorprende momento a momento? Seríamos diferentes. Seguro.
Rondaríamos las puertas de entrada del Reino de la Inocencia y de la Fantasía que nos ha visto nacer y en el que sólo unos cuantos habitan de por vida, sin que lleguemos a entenderles en la mayoría de los casos si no fuere por los resultados de mejora del conjunto de la sociedad que han ido aportando. Los seres más relevantes han vivido como niños. Hay otros importantes y de trascendencia que se han dedicado a matar esa llama original, pero si contáramos la historia como los niños la viven sería… ¡un cuento de hadas!
A mí me encanta imaginármelo y, de esa manera, ir practicando las enseñanzas arrinconadas; que yo sepa, no se han perdido. ¡A trabajar!