De vueltas al papel. Al debate frente a las tecnologías actuales y futuras. “¿No será mejor olvidarnos de producir libros, que ya parecen un anacronismo ante tanta virtualidad imperante…?” Otra vez me acabo de encontrar ante una conversación sobre el tema, pero con un redoblado sentido de la oportunidad al tratarse de una… ¡conversación telefónica! No estoy de acuerdo. Ahora lo sé.
Vengo de ver a un amigo que está montándose su hábitat en una nueva casa, con todo el traslado en danza y con unos primeros libros ya en una estantería que ha decidido instalar. Y ha preparado metros u metros lineales de estanterías…Abrazado por papel. Ese será su final y su deseo. Conserva todos sus libros y la biblioteca de su padre. Están presentes, están acompañándole. Siempre. ¿Podría decir lo mismo ese señor de su e-book? Lo dudo.
Cuando uno hace mucho tiempo que no ve a una persona estimada, el encuentro es efusivo y de una gran alegría, pero al cabo de unos primeros instantes, el tiempo se olvida de las diferencias que ha ido depositando en las canas de cada uno y parece que hubierais estado ayer mismo tomando la última copa de hace unos años. Aparece la esencia de una amistad y lo demás no cuenta, pero suma: nos recuerda que somos nosotros y que hace mucho que no nos vemos… Ese carácter de esencia lo transmite, en la palabra escrita, su portador, que no es otro que el formato de papel. Ahí aparecen las arrugas del amigo fiel que vuelven a difuminarse en cada ocasión que se le acaricia el lomo y se abre su portada.
No es igual con la música (pero sí con los discos, por ejemplo). Por ello nunca me ha encendido tanto como leer el oír recitar, que siendo una maravillosa actividad, no me permite visualizar la estructura del poema, distinguir sus versos, comprender al leer… Me puedo emocionar, sí, como en el caso de la música, pero es que esta se entiende en el aire, se escribe en el aire, se escucha. Para la verdadera aprehensión de lo escrito, hay que ver su edición. Y podrá ser en digital tantas veces uno quiera, y estará siempre bien iluminada en pantalla y dispuesta a deglutirse, pero nunca sera ese texto un compañero, nunca será un libro. Un texto será amigable, a lo sumo, y puede disfrutarse su calidad literaria o sus ideas en cualquier formato, pero no nos olvidemos de lo físico. Es la diferencia. Es el tacto amigo. Es el amigo.
Me es difícil de creer que un lector no tenga estas sensaciones en su universo sentimental y que, por tanto, abandone la fisicidad de los libros de papel nunca. Se puede compaginar mucha lectura digital, como es el caso de este mismo artículo de nuestro blog, pero a la hora del disfrute relajado y concentrado, no hay parangón posible entre pantalla y libro. Además, todos los indicadores del sector editorial así lo atestiguan, razón por la que considero que nos pasa a muchos, ¿verdad? Ya me dais vuestra opinión si os apetece y mantenemos el debate o… ¡lo zanjamos!