Comentábamos el otro día que la primera regla de oro para que sea óptima una determinada relación iniciada con una conversación de acercamiento es la sintonía. Pues bien, sintonizar es algo físico. Y como tal, se hace patente en varios de los canales del medio físico que poseemos, es decir, en nuestros sentidos: la vista, el tacto, el oído y el olfato, aunque según de qué se trate, hasta el gusto es importante… Entrar en la misma frecuencia de otra persona reside en que, por contacto o vía ondas, se consigan alinear los canales del emisor y del receptor, que a su vez puede tener alguno de los puntos tratados en este artículo fuera de su interés, pero lo normal será que todos ellos sean importantes para las personas con que nos relacionemos.

   El primero es la vista. Una imagen adecuada a la situación siempre apoya una primera impresión. Una imagen que se podría dividir en dos partes, una que reside en el conjunto armónico en que nos convertimos, por así decir, cada vez que nos vestimos y nos arreglamos para salir de casa, y otra en la actitud que nos envuelve, algo que parece más etéreo y difícil de valorar cuando, en realidad, forma parte directa de la percepción que se tiene de nosotros a primera vista, valga la redundancia. Ambos puntos se distinguen de inmediato por el cerebro del interlocutor e importan para sintonizar.

   Actualmente, se tiende a no situar la vestimenta y una imagen cuidada de piel, uñas y cabello como un parámetro relevante, como si se tratara de una superficialidad, pero cualquiera se cuidaría de su imagen, en el código de vestimenta que fuese, si quedara con la chica o el chico de sus sueños en una primera cita, ¿verdad? Es algo connatural, que nace al querer agradar, demostrando que a uno le importa ese momento. Pues el cerebro, queramos o no, se mueve del mismo modo ante cualquier situación. Téngase en cuenta. Si así no fuera, mucha gente no tendría tantas horas de estudio y de trabajo sobre el cómo hacerlo ni tanto comercial y profesional que hay en el mundo se preocuparían por ello. No tendría sentido todo el universo de la moda y la cosmética, por ejemplo, que ya existía muchísimo antes de esta locura hiper consumista porque es consustancial al ser humano, pero esto último es otra película. Además, un detalle en el vestir o en el acicalado, bien sabemos que dice más de uno que un discurso entero de presentación.

   La otra parte es la actitud. Si nos acercamos con un halo de respeto o con fiereza, según disponga el momento, nuestros movimientos y ademanes delatarán nuestras intenciones y serán inmediatamente percibidas por el de enfrente. Hay que medir el lenguaje corporal y situarlo en el punto justo que nos parezca apropiado, ya que puede distorsionar el mensaje de un modo radical en la impronta inicial, algo que no suele casar bien en las retinas opuestas. Se tolera mejor, habitualmente, una correlación entre imagen global (acondicionamiento y condición) y mensaje. Si bien cada cultura tiene sus parámetros, evidentemente, no por ello entra la arbitrariedad en juego, como suele pensarse por mucha gente, un error que últimamente es bastante común y se tiende a confundir con una subjetividad social sin valor implícita a los cánones. Es un tema complejo, pero advierto que no es baladí y que hasta el que  más critique esta situación posee unos valores al respecto por educación en un entorno determinado que le «traicionarán» repentinamente, pues los usa y usará su mente siempre, quiera o no.

   El segundo es el oído. El tono de voz ofrece un registro de matices que resultan definitivos en una valoración subjetiva de primera instancia. Si el que impongamos en el saludo o en el inicio de la conversación no está dentro del arco que acepte la otra persona en una situación dada, nos hará saltar de su escena mental, pues no es lo mismo estar en un concierto de rock que en una biblioteca, lógicamente. Valórese, pues. Además, se debe modular, también, el grado de inflexión de la voz, de seriedad o de seducción, por poner dos ejemplos, que ha de ser equilibrado, pues en el primer contacto el objetivo debe estar claro y sólo debería actuarse de cara a él, aunque se vaya transformando en adelante. Ser excesivo tiene sus riesgos y ser demasiado escueto y reservado, también, todo y que si se saben gestionar con naturalidad pueden llegar a ser valores que sumen. Y antes de acabar, un secreto a voces: el sonido que más le gusta a cualquier persona, lo sepa o no, es su nombre; por tanto, saludar llamando al otro por su nombre de pila es superar más de una barrera de golpe.

   En tercer lugar, el tacto y el olfato. En un saludo en el que haya contacto físico directo y una aproximación, siempre se mejorará el impacto, por ejemplo, si se da la mano firmemente, con decisión, que flácidamente y que parezca que no se tiene ganas de saludar, o si se lleva un buen perfume que active la pituitaria del otro a si no se aseó uno antes de salir a la calle, donde también actuará la pituitaria…Son cosas que parecen de cajón, pero también son factores relevantes en la fórmula de la sintonía, sin duda. En cualquier caso, soy de los convencidos de que el contacto ( léase un abrazo, un par de besos, coger del brazo mientras paseas o explicas algo,…) es fundamental y por eso se debe estar preparado para optimizarlo si hay ocasión. Saber entrar en el ámbito de espacio físico que todos consideramos, al margen del tamaño, como un espacio de protección, de intimidad, es otro nivel a la hora de entablar una relación personal de cualquier índole, pues el cerebro desactiva ciertas alarmas que lleva consigo de continuo y de manera instintiva. O sea, es un gran éxito. Pero se debe uno medir, también, no sea que el efecto sea dispararlas y que la otra persona se bloquee.

   Por último, el gusto. No sólo para lo que nos podamos imaginar, que también, jajajaja…, sino por un detalle que acompañe un encuentro en forma de una bandeja de salados o de dulces, según el momento, o quedar en un restaurante para una cita. No sería algo tan extendido, que lo es y mucho, si no tuviera un efecto importante en las relaciones personales. Un buen refresco, un buen trago o un bocado exquisito predisponen a la bonanza del conjunto, sin duda, y es otro argumento más que rodea la capacidad de sintonizar, de conseguir que dos personas estén en un mismo canal y que, por tanto, fluya la comunicación. Espero que este artículo, como ese último sorbo al que me refería, te haya gustado. ¡Buen provecho en tu capacidad de sintonizar con los demás!

   Un apunte importante antes de acabar: la gente sabemos que se sintoniza en varios planos, pero más que sentimental o ideológicamente, que es lo realmente importante entre seres humanos, me estoy refiriendo al plano sensible que nos entroniza o delata en las primeras impresiones; es más un tema de conocer y valorar herramientas que nos permitan acercarnos con garantías de éxito para, a continuación, seguir progresando si procede e interesa. Digamos que es un catálogo de sugerencias basado en los comportamientos de reacción incontrolable, pero ciertos, de nuestro cerebro. Nada más. Y nada menos.

2 comentarios de “Cómo sintonizar con un interlocutor

  1. José Manuel Sánchez dice:

    Hola, Josep!!
    Muchas gracias a ti, como siempre!!
    Estoy de acuerdo: cada persona desarrolla más uno de esos sentidos que otros, en la mayoría de los casos, pero a pesar del tanto por ciento en que influyan, creo que influyen todos y la ecuación abarca los cinco siempre. Y es por ello que lo he descrito así, tan puntual y diferenciadamente para que fuera más fácil hacerse una idea, tal y como apuntas.
    Con ganas de seguir cruzando opiniones, un fuerte abrazo.

  2. Josep Sanvisens dice:

    Los sentidos envian información al cerebro que nuestra mente procesa.
    Como procesamos es muy importante. Por eso la PNL (Programación Neuro Linguística) ha clasificado a las personas en visuales, auditivas o Kinestésicas según cuales sean sus sentidos corporales mas utilizados o predominantes en importáncia.
    Gracias por este artículo José Manuel, que describe el tema de una manera muy fácil de comprender.

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