Se me antoja el mejor de los hobbies posibles, ¿no creéis? Si bien cualquier otro hábito coleccionista también puedo comprender que tenga su atractivo y su disfrute, yo ya tengo claro que no soy fetichista, que no me provoca un placer especial lo que no sea comestible (jajaja…), que no tengo una querencia excesiva por que las cosas duren si ya no las uso (excepto para con los libros, eso sí, quizás porque siempre se puede volver a ellos para comprobar que cambian con nosotros) y que no me obnubilo por lo material en su cualidad de presencia constante, todo y que ello no quiera decir que no me encanten ciertos objetos, o que no tenga criterio de preferencia sobre un conjunto similar de ellos o que no conserve alguno con cierto cariño especial.
Ahora bien, en lo que sí soy un consumado especialista es en disfrutar del máximo número de momentos extraordinarios que se me presentan, tanto de modo involuntario como forzados por mí. Tengo la suerte de ser rápido detectándolos e intento sublimarlos. Una sonrisa de alguien puede abrirme el corazón de par en par, unas hojas de un árbol en movimiento por el viento pueden abrirme el entendimiento y una buena danza al compás de música “funky” de los setenta puede hacer que me abra… ¡la cabeza!, jajaja…, pero cuenta por seguro con que la bailaré a tope y me arriesgaré.
Es cierto que no se pueden coleccionar momentos como el que guarda sellos, etiquetas o fotos en cuadernos anillados con separadores plásticos, mas no es eso lo importante para el coleccionista de momentos memorables, sino provocarlos. Se quedan en la memoria sin pretenderlo, son cuasi evanescentes y, por tiempo indefinido, ni los recuerdas vívidamente, pero tu alma ha sido enriquecida por ellos y está más preparada para todas las causas de pesar, que siempre las hay de un modo u otro, porque coleccionas vida, consciencia en mayúsculo gozo del misterio y del milagro que nos acontece.
Soltarse la melena sólo tiene un límite: los demás. Cuando entra uno en éxtasis personal y, curiosamente, sientes una comunión con la armonía general que nos precede y nos engloba, depende de cómo lo hayas conseguido puntuará doble o será merecedora de reprobación. Rúmiese por aquellos que, como yo, han tardado en distinguir el egoísmo implícito en ciertas actitudes. Ciertamente, es mucho mejor conseguir lo mismo por otras vías que no nos desconectan de nuestra red más próxima. Y ahí lo dejo.
Volviendo a lo que os quería recalcar, os propongo ejercitar este coleccionismo un tanto «sui generis» porque estaréis mucho más atentas y atentos a lo importante. Y no me los contéis si no queréis ¿vale?, pues a cada uno le corresponden los suyos, aunque sí me encantaría saber que os habéis puesto a ello.
Para mí, MÁXIMO POTENCIAL es tan relevante entre otras cosas porque ha sido, es y será un generador maravilloso de instantes para esa colección que nadie podrá encapsular nunca. Ni siquiera yo ( podría decirse que soy yo mismo ese recuento…) Y aún me gusta más saberme así de imposibilitado para mostrar un tipo de colección que es inconmensurable, como la vida misma, ya que no sé todas las veces dónde he convergido con alguien en un momento memorable para ambos, por ejemplo, ni con cuánta gente lo hemos comentado y amplificado,… Bueno, es algo fabuloso este sentimiento tan brutal. ¡Animaos y a coleccionar momentos memorables!
PD. Acabo de encajar por qué me ha encantado siempre el tema «Momentos» de Julio Iglesias.